18 febrero, 2020, Por: Gerardo Suárez
Los plaguicidas “son productos químicos fabricados exprofeso para matar a un organismo y son peligrosos para quienes están expuestos al uso de estos compuestos y para quienes consumen productos que contienen estas sustancias”, refiere el investigador Jaime Rendón Von Osten.
En la Península de Yucatán, donde ha proliferado de forma acelerada la agricultura extensiva y de monocultivos como la soya o la palma de aceite, se presenta un “uso intensivo de productos químicos como fungicidas, herbicidas e insecticidas. Todos son venenos,” refiere Jaime Rendón.
Lo peor, indica el académico, es que “debido al suelo kárstico de la Península de Yucatán, la infiltración de estos productos al subsuelo y su llegada a los cuerpos de agua es muy rápida, lo que pone en mayor riesgo la salud de las vidas silvestre y humana, dado el consumo de agua contaminada”.
Con la creciente apertura de superficies para la producción agrícola industrial, también se ha incrementado el volumen de uso de estos productos, poniendo en riesgo tanto la salud humana como el ambiente.
Jaime Rendón, investigador del Instituto de Ecología, Pesquerías y Oceanografía del Golfo de México de la Universidad Autónoma de Campeche, explica que prescindir de plaguicidas y otros agrotóxicos en sus cultivos en grandes extensiones de terreno no es una opción para las empresas que solo buscan la rentabilidad.
Añade que, “aunque la ciencia ha avanzado enormemente en metodos alternativos de control de plagas como el control biológico y el manejo integrado de plagas, estás técnicas no han permeado en los empresarios de la agroindustria, quienes prefieren continuar con el uso de fórmulas y paquetes tecnológicos a pesar de los daños que ocasionan”.
Rendón Von Osten resalta que “no hemos dejado atrás los plaguicidas altamente tóxicos porque la ley permite el uso de estas sustancias altamente tóxicas o peligrosas, incluso cuando ya han sido prohibidas en otros países.”
“Un paso sustantivo que se tiene que hacer para reducir el uso de agroquímicos y pesticidas es generar un marco legal estricto que prohiba y sancione el uso de aquellos que son alta y moderadamente tóxicos Así daremos los primeros pasos para avanzar hacia la adopción de sistemas de producción no contaminantes en el campo.”
El investigador asevera que “si no logramos cambiar la ley no podremos avanzar mucho en el tema; la ley debe proteger el derecho de las personas a la salud y a un ambiente sano. Puntualiza que México debería comenzar por retirar y prohibir los plaguicidas que “ya fueron prohibidos en otros países. Pero no lo hace por no afectar los ingresos de las empresas que los producen y los comercializan”.
Acerca de los impactos en la salud de los campesinos de la región, Jaime Rendon apunta que “hay evidencia de que las comunidades y trabajadores que están muy expuestos a este tipo de productos presentan un riesgo mayor de sufrir afectaciones a su salud. Podemos decir que a un mayor uso de plaguicidas hay un mayor riesgo de aparición de enfermedades.”
Con la expansión tan grande de monocultivos, hay una mayor circulación de productos nocivos.
“Dice el refrán mexicano: poco veneno no mata, pero sí enferma”, plantea el académico. En este caso, “estamos hablando de mucho veneno que utilizan en las producciones agrícolas industriales. Si no es ahora, en algún tiempo veremos los efectos de la exposición a estas sustancias en grandes volúmenes.”
Explica que las afectaciones a la salud humana por la exposición a los plaguicidas son similares a las que sufren las personas fumadoras: “no se ven los efectos al momento, pero en un periodo de 15 a 25 años es muy probable que desarrollen un cáncer y el deterioro de su sistema respiratorio.”
Detalla que “si nosotros realizamos estudios para evaluar el impacto del uso de los agroquímicos en la salud en este momento, es probable que no haya una afectación tan grande, pero si hacemos estos estudios en unos 10 o 15 años, es probable que los efectos ya estén presentes a gran escala.”
Es posible que si analizamos a personas con exposición regular a los plaguicidas no salgan resultados de presencia en su organismo, pero el impacto de cuando estuvieron dentro de su organismo va mermando su salud en órganos o tejidos específicos, en periodos largos con exposición regular. Se van acumulando los efectos más que la dosis de plaguicidas en el organismo.
Cuando se utilizan productos tóxicos como los plaguicidas, el principal afectado es quien los aplica. Muchas veces los trabajadores agrícolas encargados de aplicar las sustancias lo hacen sin protección. “Me tocó ver en Campeche personas que llegan a un pozo que satisface las necesidades de agua toda una comunidad, y ahí, junto al pozo ponen un tambo de 200 litros en el que preparan el coctel de plaguicidas, sin ningún tipo de protección, con huaraches, sin mascarilla; están muy familiarizados con esas sustancias y ni miden ni tienen conocimiento de las consecuencias de hacerlo.”
El uso de plaguicidas en el cultivo de la soya y la palma africana es nocivo, sin embargo, ésta es la punta del iceberg, porque hay muchos otros cultivos, como el chile, los tomates, el limón y otros, que emplean una enorme mezcla o coctel de plaguicidas, que además no se tiene registro de los efectos de combinar todos estos productos, muchos de ellos ya han sido prohibidos en Europa.
El doctor Jaime Rendón explica que los plaguicidas neoticonicoides son muy dañinos para las abejas, aunque no para los humanos, y que su uso ha provocado una disminución considerable en la producción de miel por la muerte de las abejas. “Por eso debemos prohibir los neoticonicoides.”
Las afectaciones de los agrotóxicos son en distintos niveles. “Dependiendo del modo de acción del plaguicida, cuándo ingresa al organismo puede irse a cierto tipo de órganos, tejidos y va a atacar a cierto tipo de células; y puede ser que el compuesto sea persistente y genere efectos ahí, o bien que dé el golpe y se degrade.”
Señala que el glifosato tiene una vida media de 10 días, y el DDT tiene una persistencia de unos 10 años; pero en el caso del glifosato el problema no es su vida media, sino las grandes cantidades que se están utilizando en la Península de Yucatán.
Comparte que un estudio piloto realizado en Noruega, en el que a toda una familia le suministraron alimentos producidos con agroquímicos durante una semana, y les tomaron muestras de orina en las que aparecieron muchos residuos de metabolitos de estas sustancias; a la siguiente semana, a esa misma familia le dieron alimentos orgánicos y les tomaron las mismas muestras, y se vio como bajaban los residuos de plaguicidas en la orina.
Concluye el experto que “es muy evidente que los alimentos orgánicos nos ayudan a reducir nuestro consumo de plaguicidas, es muy importante transitar a ese sistema de producción muy bajo o nulo en plaguicidas.”