La abeja nativa maya está muriendo. Fue desplazada inicialmente por la introducción de las abejas extranjeras y hoy muere por la incesante fumigación de los campos de cultivo y la deforestación. La transformación de los territorios mayas diezma la floración de donde se alimenta la xunáan kaab y los árboles en los que construye sus colmenas, así como la cualidad identitaria y cultural que la relaciona con el pueblo maya. En estos días también la amenaza la industria mundial de los cosméticos, que ha encontrado en ella el elíxir de la juventud y de la belleza; y las farmacéuticas, modernas empresas alquimistas que hallaron la piedra filosofal en la abeja maya: la señora abeja, la xunáan kaab.
En la víspera de los finados, celebración sagrada del día de muertos, las abuelas terminan la elaboración de velas para el altar, la mecha es un hilo de algodón que ellas mismas trenzaron; echan sobre ella la cera caliente que meses previos fue extraída de los jobones, troncos ahuecados donde habitan las abejas. Cuando los abuelos encuentran en el monte una colmena de xunáan kaab, cortan la rama del árbol, tapan los costados del tronco con lodo y dejan en el centro del jobón la entrada de las abejas. Antes extraen miel, endulzan el pozol que llevan para alimentarse en su trabajo diario en la milpa y lo beben con gratitud; envuelven la cera en palmas de huano, agradecen a los dueños del monte y a Yuum Kaab por dejarles ver a la gran xunáan y cargan el jobón para llevarlo a casa y criar a las abejas.
La xunáan kaab es una abeja sin aguijón nativa de la península de Yucatán que forma parte de la familia melipona con más de 300 especies, 19 de ellas viven en la península. La Melipona beecheii, su nombre científico, es la abeja sagrada de los mayas y actualmente una de las más estudiadas debido a que le atribuyen propiedades medicinales a su miel y cera. Junto con las otras especies de abejas, son las principales polinizadoras de la mayor parte de las plantas en la selva y en la milpa maya.
Los “descubrimientos” científicos en torno a la abeja melipona maya la ha convertido en un objetivo más para la economía extractivista, en un recurso que se puede explotar, y aunque su uso comercial es pocas veces para el beneficio inmediato de las y los meliponicultores, su explotación industrial beneficia a las empresas que transforman la materia prima y la convierten en productos que van a las vitrinas de los centros comerciales, con empaques de jabones, cremas y otros tantos productos de belleza y de la salud. La abeja melipona y sus derivados están en el mercado mundial.
A partir de la llegada de los españoles a la península de Yucatán, la miel y la cera se convirtieron en productos de exportación, la intención fue enriquecer al nuevo reino y servir al poder eclesiástico. El capitalismo llegó a estas tierras y las abejas se convirtieron en esclavas suyas y con el paso del tiempo en trabajadoras asalariadas. La historia nos muestra cómo todo lo sagrado de los pueblos mayas fue convirtiéndose en un recurso más que se puede explotar y vender. Así sucedió con los montes y sus maderas, con el maíz, con las playas, con los cenotes, con los sitios ancestrales sagrados llamados hoy zonas arqueológicas o ruinas mayas, y todo aquello con potencial para ser monetizado. Se impusieron esas nuevas formas de producción que priorizan las ganancias a costa del respeto a los pueblos y a su sabiduría, a la dignidad humana y a la vida.
“Las abejas se acaban”, dicen los abuelos en los pueblos y lo señalan también investigaciones académicas. El peligro de extinción de las abejas se agrava con la intensificación del despojo territorial enmarcado en la neocolonización del pueblo maya. Las abejas mueren por los agrotóxicos, herbicidas e insecticidas, utilizados en el cultivo de semillas transgénicas que además de envenenar la tierra, contaminan el espacio por donde vuelan; la agroindustria provoca la deforestación de miles de hectáreas de selva, hogar natural de las meliponas; los parques eólicos y fotovoltaicos devastan miles de hectáreas de montes; el turismo masivo ha despojado de su territorio a los pueblo mayas y echado de sus complejos turísticos a las abejas, la urbanización no es hogar para la xunáan kaab. La selva peligra sin su principal polinizadora; se está rompiendo la simbiosis entre las abejas y los ecosistemas y con ello se agrava el cambio climático y la crisis ambiental y civilizatoria.
Las industrias farmacéutica y cosmética han encontrado un producto con gran potencial de capitalización. El riesgo es el despojo hacia las comunidades mayas, la apropiación del conocimiento ancestral, el robo, la biopiratería. Además de adueñarse de la producción de la miel, las empresas imponen nuevas formas para el manejo de las abejas con la intención de hacerlas más productivas. La tecnificación con una mirada capitalista también es aniquiladora.
La abeja maya morirá sin la ritualidad. Morirá sin los abuelos milperos que caminan por la selva y agradecen a los dioses por encontrar un jobón, sin las abuelas que trenzan el algodón para elaborar velas con la cera que producen las abejas, sin los rezos mayas en donde la miel endulza el balché, la bebida sagrada; sin la mirada del pueblo maya de reverencia hacia la xunáan.
Ante el despojo territorial que fragmenta y devora las selvas, que contamina las aguas, que mercantiliza lo sagrado del pueblo. La abeja, la señora, la xunáan morirá y con ella, parte de la memoria de un pueblo.
Cuentan las abuelas que la abeja reina es la gran señora, la xunáan. Divinidad en la tierra, guardiana de la miel. Para las familias mayas cuidar del jobón es un privilegio y una responsabilidad para toda la vida, así como la reina cuida de su colmena y guía al enjambre cuando su hogar es talado.
Cuando se construye la casa de madera y huano para albergar los jobones en el traspatio, se realiza una ceremonia de agradecimiento y de petición. El espacio es consagrado a la xunáan kaab.
Ante la peligrosa realidad que vivimos, en una lógica de acumulación y depredación, es necesario defender a la abeja maya, defender su territorio que es también el nuestro, preservar las prácticas tradicionales de crianza de la abeja, valorar su importancia en la biodiversidad y en la cultura de nuestros pueblos, denunciar los daños causados por los pesticidas, frenar la devastación de la selvas y la contaminación de las aguas, detener los megaproyectos que atentan contra los derechos de los pueblos originarios y amenazan la salud, la economía comunitaria y la vida en toda la región.
Necesitamos voltear la mirada a los saberes ancestrales de los pueblos, con la intención de aprender y no de apropiarnos para lucrar con ellos. El maíz nativo, el cacao, la xunáan kaab, las hierbas del monte y los conocimientos a su alrededor, son de los pueblos para la humanidad. Toda esta riqueza biocultural debe ser compartida a las niñas y los niños, para que al conocerla, lleguen a amarla como sus abuelas y defenderla ante el embate colonial que nos despoja de nuestras identidades diversas. Debemos mostrar al mundo que hay otras posibilidades de vida para la humanidad.
Y a pesar de los peligros de la modernidad y del modelo de desarrollo que se impone en la península de Yucatán con el pretendido reordenamiento territorial que se asoma en las rieles de un tren, la xunáan kaab vive. Todavía viven abuelos que en la selva encuentra un jobón y rezan, abuelas que sanan a sus nietos con la miel de abeja y elaboran velas de cera natural para las celebraciones. Y en los altares de los finados las velas son ofrenda, la miel endulza las bebidas sagradas y la xunáan kaab es parte del hogar, de la ritualidad y de la vida del pueblo maya.