31 mayo, 2017, Por: Gerardo Suárez
La Reserva de la Biosfera Maya envuelve una larga y singular historia de éxitos comunitarios y desarrollo sustentable. Desde su creación en 1990, este territorio hace valer un desafío francamente vital: la protección de la diversidad biológica y cultural del Petén. En la Reserva, las comunidades que habitan la zona de explotación permitida, subsisten a partir de un mosaico de actividades sostenibles, que van desde la producción forestal comunitaria, la agricultura local y la recolección de productos no maderables, hasta la producción de chicle, caoba, palma chate, semilla de ramón y pimienta.
Luego de los Acuerdos de Paz celebrados en Guatemala entre 1991 y 1996, el gobierno acordó otorgar concesiones forestales a las comunidades locales. Gracias a esto se les permitió hacer uso de sus territorios legalmente. Hoy rinde frutos la historia de un grupo de comunidades que, tras defender sus derechos a la tierra, lograron acceder a 400 mil hectáreas de territorio mediante concesiones y ahora entablan una relación productiva, digna y ejemplarmente sostenible con la naturaleza: la ACOFOP, o Asociación de Comunidades Forestales de Petén.
El surgimiento de la Acofop como movimiento social y comunitario, que demanda los derechos de uso y acceso a sus bosques, es el resultado de una amplia trayectoria de lucha por la conservación de riquezas arqueológicas y naturales de la cultura maya, pero sobre todo por el reconocimiento de las necesidades de una población que había cuidado de sus recursos durante generaciones.
La Reserva de la Biosfera Maya es el área protegida más grande de Guatemala y abarca poco más de 2 millones de hectáreas de bosque natural. La designación de de esta zona como Reserva, implicaba un compromiso significativo por parte del gobierno. Y no solo porque le precedía un intenso proceso por la disputa de la tierra, en la que militares y terratenientes se habían apoderado de vastas extensiones; también porque se trataba de un territorio netamente indígena, con asentamientos campesinos en crecimiento. Establecer un manejo integral de recursos, entonces, era obligado.
Sin embargo, en sus inicios, el esquema de la Reserva era sumamente conservacionista: restrictivo, poco informativo y con una nula orientación hacia mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Se diseñó, en sí, un área protegida que obstaculizaba las prácticas forestales comunitarias, y que las ponía al mismo nivel que las actividades extractivistas de la empresa privada, un actor clave masivo en la explotación del territorio, esencialmente de la extracción de chicle, maderas preciosas y petróleo.
Por lo anterior, y debido a fuertes tensiones con las comunidades que ejercían resistencia desde la época de militarización, los llamados Acuerdos de Paz de Guatemala pactaron impulsar proyectos de uso de la tierra. Este largo proceso se dio en un contexto de cuatro factores clave que favorecieron a las comunidades de Acofop: la celebración de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, donde se establecen las bases del manejo forestal sustentable; la creación del modelo de certificación Forest Stewardship Council (FSC), que otorga certeza respecto a la sustentabilidad de la operación forestal; la experiencia de manejo y gestión comunitaria generada por los ejidos forestales de Quintana Roo, misma que comunidades de Guatemala aprenden en tierras mexicanas, y la entrega de concesiones forestales a las comunidades nativas del Petén.
Hasta la fecha, las concesiones comunitarias no se han traducido en la devolución de los títulos de tierra a las comunidades; esta sigue siendo una exigencia. Sin embargo, les ha autorizado un aprovechamiento sustentable por periodos de 25 años prorrogables. Bajo este contexto, la Acofop ha logrado cabalmente el aprovechamiento racional de madera, una singular certificación de madera de caoba que aprovecha mercado principalmente en Europa y Norte América, la extracción de productos no maderables como la palma xate, el chicle y algunas semillas como la de ‘ramón’ y el desarrollo de actividades ecoturísticas.
Estudios de numerosas organizaciones han demostrado que el manejo integral de las tierras del Petén es innovador y único. Mediante sus concesiones forestales comunitarias, los miembros de la Acofop han logrado avances importantes en la conservación de sus recursos y en sus estrategias de medios de vida.
Entre los logros de la Acofop destaca el aumento de acervos de carbono y, como consecuencia, la mitigación del cambio climático; la eliminación de la tala ilegal, la reducción notable de incendios forestales y una estrategia de mercado envidiable.
Lo anterior se suma a una capacidad organizativa digna de orgullo. Las comunidades que forman la Acofop acordaron construir un consejo consultivo y una asamblea general. Además, reforzaron áreas como la de incidencia política y el Fomento Productivo y buscaron adherirse a organizaciones nacionales e internacionales para gozar de financiamientos y servicios técnicos.
Según un reporte reciente, hoy la Acofop presume ganancias anuales de seis millones de dólares tan solo en la exportación de madera, lo cual equivale al 80 % de sus ingresos. Gracias a sus buenas prácticas de manejo, ya no existe amenaza de extinción de especies preciosas como la caoba o el cedro, y su nivel de deforestación se ha reducido parcialmente. Además, ha generado al Estado 14 millones de dólares en impuestos, otorga becas a los jóvenes de las localidades para que se reciban de técnicos forestales, y da empleo a cientos de mujeres que se desarrollan en el negocio del bosque.
Actualmente son nueve las concesiones que manejan las comunidades de Acofop. Y pese a que el gobierno, influido por las grandes industrias madereras, no confiaba en las capacidades de las comunidades para manejar con conciencia su bosque, éstas siguen demostrando un manejo, comercialización y desarrollo del territorio ejemplar que, en suma, podría declararse una novedosa cultura forestal que el mundo debería aprender y adoptar.
El compromiso de las comunidades del Petén con el manejo sostenible de sus bosques es incuestionable. Y a pesar de que aún enfrentan marcados retos como el arrebato de sus concesiones, algunos conflictos con colonos allegados a la región, o las intenciones de la industria extractiva corporativa, los pueblos de Acofop continúan en una lucha legítima: reconquistar su derecho ancestral a la tierra y territorio.