4 septiembre, 2017, Por: Gerardo Suárez
Cuando el cielo apenas empieza a clarear en el Ejido San Felipe Oriente del municipio de José María Morelos, Quintana Roo, un grupo de hombres sale de sus casas, equipados con cascos, machetes, guantes y algunos víveres para adentrarse en la selva, su lugar de trabajo.
En un área que ya tienen delimitada, cosechan los árboles que fueron marcados y que corresponden con lo especificado en su Programa de Manejo y Aprovechamiento Forestal autorizado previamente por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Este aprovechamiento forestal tiene una lógica, y busca que el corte del arbolado redunde en un mejoramiento de la calidad de la selva; se trata, en realidad, del “cultivo del bosque”. Así se busca hacer aclareos donde la densidad es muy alta y los árboles destinados al aprovechamiento son ejemplares que presentan malformaciones, están sámagos o porosos, o bien, presentan problemas de plaga.
Posteriormente, trozan los troncos y ramas para poder fabricar el carbón vegetal en hornos metálicos y hornos tradicionales, estos últimos compuestos de arcilla y hojas de palma. Si fabrican el carbón en un horno metálico el proceso de transformación de la madera en carbón tarda aproximadamente 72 horas. En los hornos tradicionales el proceso tarda hasta 7 días y deben vigilar ese horno constantemente para evitar que se generen huecos o hundimientos en la arcilla que estropearían todo el proceso.
Producir carbón vegetal es un trabajo duro que no siempre es bien remunerado, pero es la fuente de ingreso de muchas familias que viven de los bosques y selvas. Por si fuera poco, este producto enfrenta una competencia desleal en el mercado ya que circulan grandes volúmenes de carbón producido de forma ilegal y que se vende a un precio más barato puesto que no paga impuestos, ni invierte en la reforestación del bosque, no elabora estudios ni planes técnicos de manejo forestal, como sí lo hacen los miembros de San Felipe Oriente.
Muchas comunidades rurales, como San Felipe Oriente no quieren vivir de las dadivas de los gobiernos. Lo que demandan es la eliminación de barreras que les permita el desarrollo de sus capacidades productivas; que les permitan emplearse y generar ingresos para sus familias. En San Felipe, un grupo de ejidatarios lleva 6 años trabajando de forma constante fortaleciendo su proyecto de producción de carbón ecológico: la Cooperativa Carbón de Leña Verde (Caleña).
El camino ha sido duro, pues han sorteado todo tipo obstáculos, como el limitado capital de trabajo, la competencia desleal, la complejidad en la tramitología para el otorgamiento de permisos de aprovechamiento forestal, y la limitada infraestructura para la producción, almacenamiento y envasado de su producto. Sin embargo, “lo que nos ha mantenido a flote ha sido la necesidad y ganas de trabajar”.
Hace seis años, un grupo de 15 ejidatarios decidió emprender el proyecto de producir carbón con el objeto de generar ingresos para sus familias a través del aprovechamiento sustentable de los recursos naturales. Se trata de aprovechar una parte de toda esta riqueza que les da la selva y contribuir a que ésta se mantenga en buenas condiciones en el largo plazo.
Desde el inicio les fue complicado convencer a la asamblea ejidal de que el proyecto sería benéfico para todos en San Felipe Oriente. Muchos ejidatarios decidieron no participar en el proyecto, así que lograron llegar a un acuerdo con la asamblea en el que la Cooperativa aportaría un porcentaje de las ventas al fondo ejidal en retribución por la materia prima extraída del bosque para la elaboración del carbón.
Los primeros intentos fueron fallidos, pues si bien lograron producir carbón, no encontraron un mercado donde venderlo. Así que desistieron y abandonaron su autorización de aprovechamiento. “Fue hasta 2014, cuando con asesoría del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), se encontró un mercado para poder vender, entonces se decidió retomar estos trabajos, ya con una mejor organización”, refiere Nicolás May Rosel, ejidatario de San Felipe Oriente y coordinador de producción de la Cooperativa Caleña.
En la región no hay muchas oportunidades de empleo para la generación de ingresos. Nicolás comenta que “en el ejido la gente se puede dedicar a la agricultura de temporal o a criar algunas cabezas de ganado. Sin embargo, los que se dedican a la agricultura están teniendo problemas, porque en los últimos 4 años las cosechas se han perdido ya sea por sequía o por exceso de lluvia. Por eso decidieron apostar por otro tipo de emprendimiento productivo: la producción de carbón vegetal.
De las 15 personas que comenzaron con la iniciativa de producir carbón en el ejido, ahora son 50 los ejidatarios que trabajan en la Cooperativa. Además de otros 10 repobladores, es decir habitantes del ejido que no cuentan con títulos ni derechos agrarios.
San Felipe Oriente es un ejido de 4,762 hectáreas, que cuando fue atendido por el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (PROCEDE) decidió no repartir todo el terreno y dejar un 20 por ciento de la superficie sin repartir. De esta forma, explica Nicolás May, se puede asignar título y tierra a las siguientes generaciones de ejidatarios, como ocurrió hace un par de años cuando se incorporó a otros 22 nuevos ejidatarios. Actualmente la asamblea la conforman 77 ejidatarios y aún queda un 10 por ciento del territorio del ejido sin repartir.
Detalla que “los criterios para que una persona se convierta en ejidatario es que sea hijo de ejidatario o bien, que esté casada o casado con algún hijo de ejidatario y que ya tengan viviendo, al menos, 3 años en el ejido”. Asimismo, se evalúa que la persona no sea conflictiva para evitar posibles conflictos.
La Cooperativa es una opción viable de ingreso para que “los compañeros ejidatarios y la gente de San Felipe no tengan que emigrar, porque como la mayoría no tienen estudios, si salen a la ciudad en busca de empleo solo pueden trabajar de ayudantes de albañilería o en otros oficios mal pagados, y en los que los discriminan. Además, se tienen que alejar de sus familias, tienen que pagar renta, alimentación y otros gastos, entonces regresan a sus casas sin dinero”.
Un claro ejemplo de esa problemática es el caso de Anastasio Yam Yam, ejidatario de San Felipe Oriente y miembro de la cooperativa Caleña desde hace 3 años, que antes de integrarse a este proyecto productivo tenía que salir a trabajar a las ciudades de Chetumal o Playa del Carmen, porque no tenía oportunidades de generar ingresos para su familia. En esas ciudades se contrataba como ayudante en trabajos de electricista, pero la pagar era muy poca y sumado a los gastos de alojamiento, alimentación y transporte no le quedaba prácticamente nada de dinero para enviar a su esposa e hijos.
Anastasio, hombre de 27 años, comenta que gracias a la iniciativa de sus compañeros de emprender el proyecto del carbón y a la invitación que le hicieron para formar parte, ahora puede pasar más tiempo con su familia y administrar mejor su tiempo. “Porque allá en la ciudad tienes que trabajar de las 7 de la mañana hasta las 6 de la tarde y no te queda tiempo para hacer otra cosa, menos si estás alejado de tu casa y familia”, relata.
Con los ingresos que obtiene como socio de la Cooperativa, más lo que genera en la producción agrícola en su parcela puede dar un mejor sustento a su esposa e hijos, “además estoy cerca de ellos”, resalta.
Antes de que los ejidatarios de San Felipe se organizaran para conformar la Cooperativa, muchos de ellos producían carbón de forma independiente y lo vendían a granel, los compradores que acudían directamente al ejido a acopiar el carbón se los pagaban a un precio muy bajo. Ahora, ya organizados en Caleña, han logrado producir 200 toneladas anuales y buscan acopiar un mayor volumen de los ejidos y comunidades vecinas, con la intención de poder abastecer mercados más grandes y obtener mejores contratos.
Caleña vende a compradores de la Ciudad de México una parte de su producción de carbón a granel, pero en los últimos meses han iniciado un nuevo proyecto dirigido a la venta del producto al consumidor final, principalmente restaurantes de la costa de Quintana Roo en presentaciones de sacos de 20 kilos. Caleña además ha avanzado en la comercialización de una presentación de 3 kilos bajo la marca “Brasero de Oriente”. “Con acompañamiento técnico del Consejo Civil Mexicano se diseñó y fabricó el empaque y se están abriendo espacios para su comercialización en tiendas comerciales”, explica José Nicolás May Rosel.
Detalla que la comercialización del carbón en presentaciones de 3 kilos genera mejores utilidades, porque es un producto con mayor valor agregado, y que es administrado por un grupo de 10 mujeres del ejido.
Cuando se generó la iniciativa de lanzar la presentación de 3 kilos bajo la propuesta de que fuera administrada por las mujeres hubo algunos problemas y reticencias, pero fue gracias a la señora Deisy quien logró animar a sus compañeras hasta la generación de acuerdos para iniciar. “Ahora las mujeres también tenemos ingresos y no estamos a expensas de nuestros esposos para poder comprarnos lo que necesitemos, al contrario, además de realizar nuestras labores en el hogar y con los hijos, también aportamos a la economía de la casa”, resalta Deisy.
Precisa que “este tipo de proyectos se tienen que desarrollar en otros ejidos para que la gente pueda vivir de mejor forma, para que la gente no tenga que emigrar y para que se le dé un buen uso y cuidado al bosque; porque cuando está abandonado se deteriora”.