18 octubre, 2017, Por: Gerardo Suárez
La inmensa biodiversidad de México está, en buena medida, custodiada por comunidades locales y pueblos indígenas. Estos grupos saben que el manejo y aprovechamiento sostenible de los recursos encontrados en sus tierras, es un elemento fundamental para la conservación de la diversidad biológica.
La sostenibilidad es el concepto central cuando se vive directamente de los bosques. De acuerdo a la CONAFOR, poco más del 40% de la población indígena de México depende de estos ecosistemas.
Sin embargo, hay muchas trabas que no permiten a las comunidades ejercer un desarrollo sostenible y todas parecen estar relacionadas con la falta de apoyo gubernamental. Los permisos para el aprovechamiento del bosque de forma comunitaria conllevan procesos muy complejos y costosos. Por otro lado, encontramos una excesiva regulación —sobre todo fiscal— que impide que estas comunidades se desarrollen en negocios locales y sustentables. Además, en México aún existen retos en materia de subsidios para que sean otorgados de la forma más eficiente. Todo esto, —aunado a la preferencia que tiene la empresa privada en el país—, se traduce en mecanismos de presión para que las comunidades cedan sus tierras a diversos megaproyectos, tales como la minería, la agricultura a gran escala y el turismo no ecológico.
De esta forma, a pesar de poseer extensos territorios, abundantes en flora y fauna, los pobladores indígenas y las comunidades siguen viviendo en condiciones marginales y de pobreza. Frente a ello las empresas forestales comunitarias han probado ser una solución efectiva, para que el medio rural se sostenga de lo que tiene, su territorio. Cuando el bosque es apropiadamente administrado y aprovechado por sus legítimos dueños la intención central es mejorar la vida de cada miembro de la comunidad y mantener el entorno en las mejores condiciones posibles, para así, poder seguir viviendo de él en el futuro. Además, las utilidades derivadas del aprovechamiento comunitario del bosque, se destinan a la construcción de infraestructura para los locales y el capital se reparte equitativamente.
En las selvas o bosques tropicales de México ocurre algo peculiar, ya que se trata de ecosistemas diferentes a, por ejemplo, bosques como el mesófilo de montaña. Las variedad de especies es distinta y, por tanto, el aprovechamiento también lo es. Los bosques tropicales de México son, por mucho, uno de los ecosistemas con más variedad de especies, y el más rico en recursos naturales.
Comunidades como el Ejido de Caobas y Noh Bec, en Quintana Roo, buscan que su operación en torno al aprovechamiento del bosque sea de buena calidad, legal y socialmente responsable. Cabe mencionar que, por acciones como el uso de madera legal, la conservación apropiada del entorno, la reforestación, el tratamiento del bosque ante plagas e incendios, y la infraestructura que asegura salud y seguridad a los trabajadores, Caobas cuenta con la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), que le permite decirle al mundo, con tan solo un sello, porqué su madera está contribuyendo a conservar las selvas de México. En Caobas, además de la silvicultura, se realizan actividades ligadas al ecoturismo, tales como el senderismo. De esta manera, el bosque es aprovechado, a través de su conservación, como fuente de ingreso económico.
La organización de las empresas forestales comunitarias no es un proceso sencillo y depende de la construcción de redes de confianza muy sólidas que practican la transparencia, la rendición de cuentas, la igualdad de género y la inclusión de todos los miembros de la comunidad. Ha sido muy relevante para ambos ejidos crear asambleas transparentes y resolver los problemas con planes a largo plazo. En el ejido Noh Bec, por ejemplo, gracias a esta apertura social, a través de las redes comunitarias se han determinado puntos para reforzar a su empresa forestal. Entre ellos destaca la necesidad de abandonar la resistencia a nuevas tecnologías, lo que podría ayudar a reforzar la integración comercial. Esto va ligado a la urgencia de administrar de manera interna los subsidios que reciben y al recibir asesorías técnicas que los preparen para enfrentar la estructura económica del mercado global.
La silvicultura no es la única actividad comercial realizada de forma comunitaria que enfrenta como problema central una disparidad entre los modos de producción comunitarios y las demandas del libre mercado. Sin embargo, al reforzar las estructuras de producción, es posible integrarse a las dinámicas comerciales globales sin corromper las formas de vidas tradicionales conectadas —en lo material y lo simbólico— con la tierra.