La Cuenca Amanalco-Valle de Bravo es un complejo fascinante. Incluye más de 35 mil hectáreas de bosque, casi 18 mil agrícolas y aloja a 53 ejidos y comunidades rurales. Además, tiene casi dos mil hectáreas de cuerpos de agua desde los cuales, por cierto, se abastece cerca del 10% del agua que consume la Ciudad de México.
Pero más allá de estas cualidades, en Amanalco ocurre algo muy especial. Las comunidades que ahí habitan manejan de forma sustentable el agua, el suelo y la biodiversidad. Es decir, no solo fungen, y de manera ejemplar, como agentes de conservación, sino que se valen de sus recursos naturales en busca de condiciones de vida más dignas.
En el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible inauguramos aquí, hace ya más de 10 años, el Programa de Gestión Comunitaria del Territorio (PAGET). Este programa está orientado a mejorar las condiciones de vida de la población local, vía el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, así como contribuir a revertir los procesos de degradación que durante décadas padeció la zona.
Cuando inició nuestra colaboración con las comunidades locales, esta región sumaba más de tres décadas de franco deterioro tanto ambiental, como de las condiciones de vida de sus habitantes. Hoy, y a pesar de que queda un larguísimo trecho por delante, su realidad es otra y tan solo el año pasado, se logró incidir en una cuarta parte del área total de la cuenca.
Bajo un enfoque de manejo integrado de paisajes, que enfatiza la generación de capacidades, se ha trabajado en cinco frentes, los cuales en combinación arrojaron resultados importantes que ahora forman parte del aprendizaje adquirido y permiten desarrollar una estrategia de largo plazo enfocada a reducir la erosión de los suelos, reducir el azolve y la contaminación de la presa Valle de Bravo, mejorar la recarga de los acuíferos y la calidad del agua, mejorar la producción de alimentos de las familias campesinas y mejorar las condiciones de vida de los ejidos y comunidades. A continuación, compartimos los resultados más sustanciales logrados por el CCMSS en la cuenca Amanalco-Valle de Bravo en estos años:
1. El Mecanismo Local de Pago por Servicios Ambientales para el Manejo Integrado del Territorio (PASMIT): Este mecanismo que opera a través de un fideicomiso el otorga financiamiento para la operación de planes operativos anuales en 20 ejidos y comunidades que son dueños de 9,700 hectáreas de bosques. Estos planes guían el desarrollo de diversas actividades de manejo forestal y restauración de áreas agrícolas, forestales y cuerpos de agua. Además, con este financiamiento se fortalecen los sistemas productivos comunitarios como los de: producción sustentable de carbón y madera y el ecotursimo. Asimismo, se financia también el fortalecimiento de la gobernanza comunitaria y el capital social. Estas acciones incluyeron la participación de más de dos mil ejidatarios y más de mil posesionarios y contribuyeron a que los ejidos forestales obtuvieran la certificación nacional y la del Forest Stewardship Council (FSC) de manejo forestal sustentable. También, como resultado de este esfuerzo, los ejidos y comunidades han trabajado en 490 hectáreas de bosques haciendo reforestaciones, aclareos, promoción de la regeneración natural del bosque y mantenimiento, y han restaurado 155 hectáreas de bosques que estaban degradados por incendios, plagas o pastoreo.
2. Dentro de las labores de rescate de ríos y manantiales se está restaurando la subcuenca del río Amanalco (río que aporta el 40% del agua que llega a la presa de Valle de Bravo). Esto a través del apoyo a las comunidades para dar tratamiento a las aguas residuales antes de descargarlas a los arroyos y a través de la restauración de zonas de manantiales convirtiéndolas en espacios públicos limpios y funcionales. Además, como parte de este programa se monitorea mensualmente la calidad del agua en 20 puntos de la cuenca.
3. Se implementó un programa de agricultura sustentable, que apoya a las familias campesinas para que puedan evitar la erosión de sus suelos y mejorar la calidad de sus alimentos y su salud. Este programa, entre otras acciones, incluye capacitación para producir abonos orgánicos y hacer una prevención orgánica de las plagas, asistencia técnica y apoyo directo en especie a las familias campesinas que implementan prácticas de conservación de suelos. Con este programa, se han transformado las prácticas de manejo en 400 hectáreas de tierras agrícolas.
4. Se difundieron y compartieron los aprendizajes adquiridos en el desarrollo de nuestros programas con funcionarios públicos, tomadores de decisiones y medios de comunicación buscando incidir en el diseño de políticas públicas que aplican en diferentes regiones forestales del país Por eso llevamos a cabo diversos recorridos de campo con representantes de CONAFOR, PROBOSQUE, SEMARNAT, la Comisión de Cuenca, PROESNEVADO y CONAGUA, para dar a conocer el programa, discutir los aprendizajes y considerarlo como referencia para programas públicos y decisiones de manejo en esta y otras zonas del país.
5. Se estableció un sistema de monitoreo y evaluación que permite dar seguimiento a las actividades y resultados de nuestros programas. Como parte de este sistema, cada año monitoreamos y analizamos: los avances en la gobernanza comunitaria, los resultados de las prácticas agrícolas, y el impacto socioeconómico y territorial de nuestro mecanismo de pago por servicios ambientales, y una serie de indicadores de la salud ambiental de la cuenca como son: cambio de usos de suelo, vegetación, densidad forestal, presencia de fauna y calidad del agua. Mediante este sistema es posible no solo medir los resultados de la implementación sino también sistematizar el aprendizaje adquirido, utilizarlo para que tanto el CCMSS como los ejidos y las comunidades puedan tomar mejores decisiones, y además compartir lo aprendido para fortalecer procesos en otras partes del país.
El programa implementado en Amanalco, Estado de México, ha apostado por fortalecer a las comunidades para que ellas sigan siendo los agentes clave en los procesos de manejo, conservación y restauración de ecosistemas. La combinación del conocimiento adquirido por estas a lo largo de generaciones, con el aprendizaje de nuevas habilidades y nociones específicas, arroja resultados sorprendentes y refuerza la premisa de que estos modelos de colaboración deben ser una pieza fundamental en las estrategias de conservación. Además, se fortalece la economía comunitaria, se respeta el derecho a su territorio –recordemos que la mayoría de los bosques de México son de propiedad social– y se promueve el acceso a condiciones dignas de vida de un sector de la población históricamente marginado.
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