8 enero, 2020, Por: Gerardo Suárez
El cultivo de la palma africana en el estado de Campeche alcanza ya unas 28 mil hectáreas. Esta superficie responde al fuerte impulso que le dieron los gobiernos federal, a través de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, Pesca y Alimentación (Sagarpa), y estatal, que en 2014 lanzaron un programa que se planteaba que este cultivo ocupara una superficie de 100 mil hectáreas en la entidad.
Como resultado del impulso que dio el Estado a la siembra de la palma, muchos ejidatarios cambiaron el uso del suelo de sus tierras para recibir recursos del programa. Esto fue posible debido a que las autoridades ambientales dieron un tratamiento laxo a estos productores, pues no realizaron actividades de inspección ni impusieron sanciones por el cambio de uso de suelo, ni la Comisión Nacional del Agua sancionó la apertura de pozos, canales y represas sin permisos en la zona de los ríos. Estas obras sirven para el riego de las plantaciones de palma.
A pesar de que el programa tuvo enormes descalabros, el cultivo de palma logró extenderse en Campeche, generando graves problemas de contaminación de cuerpos de agua y muertes masivas de peces que afectan directamente el medio de vida de cientos de familias dedicadas a la pesca en la zona de los ríos que desembocan en la Laguna de Términos.
Para ser productivas, las plantaciones de palma, requieren de grandes volúmenes de agua, agroquímicos y fertilizantes. Por las condiciones del suelo de la región, una gran cantidad de esos compuestos químicos se infiltran en el suelo y contaminan los cuerpos de agua; además en temporada de lluvias todas esas sustancias escurren a los ríos y lagunas.
Muchas de las plantas extractoras de aceite que procesan la fruta de la palma africana cuentan con tinas de oxidación de residuos que se ubican a unos cuantos metros de los ramales de los ríos.
En temporada de lluvias todos esos residuos acumulados escurren al fluente de los ríos. Así ocurre en el Río Candelaria, donde también los propietarios de grandes plantaciones de palma han construido represas y canales para acaparar volúmenes de agua para regar sus cultivos. Cuando las lluvias inundan sus parcelas, abren las compuertas de estas represas para que el agua se desfogue al río, llevando los fertilizantes y agroquímicos que previamente aplicaron a las palmas.
A simple vista se pueden apreciar las manchas y residuos de estos componentes químicos provenientes de las plantaciones de palma en los ríos, muy cerca de las represas que los palmicultores construyeron.
Lourdes Rodríguez, directora de la organización ambiental Marea Azul, quien trabaja en labores de conservación y rescate de fauna silvestre en el Área Natural Protegida de Laguna de Términos, Campeche, señala que “el uso indiscriminado de fertilizantes y otros agroquímicos para mejorar la productividad de las plantaciones de palma africana genera daños a la Laguna de Términos, ya que en la temporada de lluvias todas esas sustancias escurren a los ríos y la laguna”.
Precisa que la Laguna de Términos tiene una enorme biodiversidad que incluye la presencia de 700 delfines residentes que podrían verse muy afectados. Además, “mucha gente de esta región de los ríos y la Laguna se dedica a la pesca ya ha visto mermada su principal actividad económica”.
A pesar de que Campeche es un estado petrolero desde hace más de 30 años, la sociedad civil organizada no permitió la entrada de Pemex al Área Natural Protegida de Laguna de Términos por la importancia ecológica que tiene este ecosistema, pues es una de las más grandes reservas de agua dulce del país. Sin embargo, comenta que, en este proceso de expansión del cultivo de palma africana, la Profepa y la Semarnat operaban ‘a modo’ para que esto sucediera”.
La especialista considera que “aunque el daño ambiental que se ha ocasionado en Campeche es severo, aún hay oportunidad de restaurar los ecosistemas, dejando de hacer mal las cosas. Es necesario poner en marcha un programa que favorezca el desarrollo comunitario campesino y frenar definitivamente los cultivos agroindustriales como la palma o soya”.
La producción de la palma de aceite en Campeche inició en 1998 con un proyecto muy ambicioso para el sector social, con la conformación de una asociación de pequeños productores llamada Palmicultores del Milenio o Palma Creciente. Esta asociación tenía la meta de alcanzar una superficie cultivada de 10 mil hectáreas de palma de aceite. Estaban equipados con una infraestructura de pozos, de líneas de conducción hidráulica, drenes de desfogue, acompañamiento técnico e insumos para la producción.
Pedro Armentia, exdelegado de la Sagarpa en Campeche, detalla que esta iniciativa “comenzó en el primer año con alrededor de 3 mil hectáreas de palma establecidas, y así, muy pronto las expectativas de generar muchos ingresos por el cultivo de la palma atrajeron la mirada de miles de campesinos de pequeña y mediana escala”.
De 1998 a la fecha, la organización Palmicultores de Milenio, que agrupa a unos 400 productores del sector social, logró el establecimiento de 7 mil hectáreas de palma africana, de las cuales unas 3 mil 500 están en fase de producción, mientras que el resto no crecieron o están abandonadas. Por problemas de mercado, de precio, falta de acompañamiento técnico o capital para el mantenimiento de las plantaciones, la organización está en una etapa crítica, a punto de la quiebra.
Los productores que fueron convencidos por las autoridades y los promotores particulares de la producción de palma de aceite en la entidad fueron seducidos por los recursos que les entregarían por el programa de impulso a la palma en el estado y promesas de un muy buen pago por sus cosechas, con un mercado asegurado, pero eso no ocurrió.
Los más beneficiados de las millonarias inversiones de recursos públicos en Campeche para el impuso a la producción de palma africana fueron los agroindustriales. Los dueños de los viveros y de las industrias extractoras de aceite. A los productores seleccionados para recibir apoyos para el establecimiento de plantaciones de palma no se les entregaban las semillas ni los recursos para cultivarlas en los viveros. Los recursos se entregaron a dueños de viveros para que compraran las semillas y crecieran las plantas, luego las plantas que estaban listas para trasplantar ya se entregaban a los productores, junto con un apoyo para realizar las labores de siembra.
Muchas de esas plantas no crecieron, no estaban adaptadas a las condiciones de suelo, humedad y clima de las parcelas en las que se plantaron.
“Cuando se habla de palma africana hay que tener siempre en cuenta el tema del impacto ambiental, de los cuidados necesarios del cultivo, de la certificación y contar con la infraestructura necesaria que les permita a los productores generarles riqueza. Porque al final este programa era hacer productores para darle la producción al industrial y que él la comercialice”, detalla el exfuncionario.
De un proyecto para el establecimiento de 13 mil hectáreas de palma para productores sociales con recursos del gobierno federal, indica Armentia López, se lograron establecer plantaciones en El Chilar, Delicias, Justicia Social, Escárcega; pero no en las 13 mil hectáreas, solo se lograron 7 mil hectáreas y de esas, solo la mitad están en producción. “Apostar por crecer la superficie de un solo golpe a 13 mil hectáreas, o las 100 mil que se habían planteado hace diez años, era apostar por darnos un tiro certero en la cabeza,” resalta.
Para Lourdes Rodríguez este intento de expansión del cultivo de palma está plagado de corrupción. “No puedo creer que un palmicultor beneficiado haya sido el secretario de Desarrollo Rural del gobierno del estado, Armando Toledo Jamit. Él es un señor que se dedica a la palma y es dueño de una planta extractora de aceite de palma, fue uno de los principales promotores de este cultivo en la entidad, de hecho, muchos compañeros denunciaron muchas veces el conflicto de intereses entre su posición en el gobierno estatal y sus actividades como palmicultor. Pero en un entorno de corrupción esto representaba un problema menor”.
Indica que el impulso a la palma de aceite “es un proyecto fallido, porque lo que antes fue selva, está sustituido por bosques de palma, que no están siendo cosechados, que están inutilizados. Se perdió la selva y la fauna y ahora no se obtienen utilidades de esos proyectos de palma, en los que, en algún momento, los dueños de la tierra creyeron que les generaría ingresos, pero no les reditúa en nada”.
Además, añade Lourdes, “parece que hay un tema de corrupción porque el interés no estaba tanto en la producción de aceite, sino más bien en el dinero que se repartió para la siembra, generación de plantas y viveros”.
El ex delegado de la Saparpa en Campeche durante 2017-2018, Pedro Armentia, plantea que “grupos como Palmicultores del Milenio son un ejemplo de que no se hizo bien el programa de establecimiento de palma para pequeños productores, porque tienen mucha infraestructura parada, tienen una extractora, 66 unidades de riego paradas, tienen 7,500 hectáreas de plantas que les fueron donadas en su momento para el establecimiento de plantaciones, pero solo tienen 3 mil hectáreas en producción”. Están al borde de la quiebra y con la posibilidad de que cientos de familias pierdan sus tierras.
La directora de la organización Marea Azul resalta que “es un absurdo autorizar gigantescas extensiones de monocultivos a la orilla de los ríos, y de plantas extractoras que a la hora de extraer el aceite los residuales se escurren hacia el río, aunado a las toneladas de veneno que utilizan para el crecimiento de la palma. Los palmicultores ocupan estas sustancias en grandes cantidades y sin ninguna regulación”.
Refiere que ha habido eventos de alta mortandad de peces en los ríos cercanos a las plantaciones de palmas. “Ocurrió con peces que se alimentan en el fondo de los cuerpos de agua que es dónde se acumulan estas sustancias tóxicas que escurren de las plantaciones de palma a los cuerpos de agua. Y si esto ocurrió con unas especies también puede afectar a otras que son más delicadas, como los manatíes, los delfines y otras”.
Exige que no se continúe dando un trato tan malo a la mayor reserva de agua dulce del país con este tipo de proyectos que propician la contaminación y deterioro de los cuerpos de agua, la fauna y la biodiversidad.” Debemos avanzar hacia una planeación adecuada para el desarrollo con una visión de sustentabilidad, en el corto y largo plazo”.
El impacto ambiental de la palma africana es irreversible. “En Campeche no podemos permitir la entrada de empresas agroindustriales con pésima reputación en su país de origen que vienen a sembrar palma. Acá deberíamos estar produciendo alimentos para todo el mundo con la riqueza de suelos y microclimas con los que contamos y no palma de aceite”, concluye Lourdes Rodríguez Badillo.