6 julio, 2015, Por: Sergio Madrid Zubirán
Incorporamos a nuestro acervo, y con ello ponemos por primera vez en línea en español, uno de los trabajos recientes más innovadores en historia ambiental y social mexicana, El manejo del paisaje social en los bosques posrevolucionarios. Una reinterpretación del cardenismo (la versión en inglés puede leerse aquí). En él, los historiadores Christopher Boyer y Emily Wakild echan una nueva luz sobre el gobierno de Lázaro Cárdenas y ayudan a explicar mejor el motor ideológico detrás de medidas tan aparentemente disímbolas como la instauración de los primeros parques nacionales del país y el reparto de tierras forestales para su aprovechamiento.
Boyer y Wakild encuentran que el impulso al reparto de tierras, por un lado, y el apoyo a Miguel Ángel de Quevedo y sus esquemas tan restrictivos de conservación, por el otro, en realidad no son contradictorios, sino dos caras del mismo esfuerzo. Según su interpretación, detrás de ambas medidas –y del menos publicitado impulso a las cooperativas forestales– había un proyecto coherente y consistente, un proyecto que ellos llaman “el manejo del paisaje social”.
El manejo social del paisaje fue el esfuerzo que realizaron los cardenistas por transformar la relación del hombre con su entorno natural, por lograr que el medio ambiente fuera escenario y materia prima de una nueva forma de desarrollo, basada en la producción a pequeña escala y en la conservación de la naturaleza –por sus aportaciones a la producción, pero también por su belleza o su historia (para este punto vale la pena echar un ojo a Revolutionary Parks, la historia de Wakild sobre los parques nacionales, y a este otro texto suyo que publicamos).
Haciendo un manejo social de los paisajes, el cardenismo movilizó al Estado y sus aliados para racionalizar el uso de los recursos naturales, para brindar a las comunidades rurales una mayor participación de las riquezas generadas por el país, y para hacer de las economías campesinas el motor del desarrollo nacional. En palabras de Boyer y Wakild, se trataba de “un proceso conjunto que buscaba organizar tanto la sociedad como la naturaleza para el mutuo beneficio”, y este proceso estuvo marcado desde un inicio por la flexibilidad y el dinamismo.
En el manejo social de los paisajes, encontraremos hoy una forma de articular distintas necesidades que se hacen cada vez más apremiantes: revitalizar las economías rurales, para alcanzar un desarrollo sustentable e incluyente; conservar los recursos naturales, para seguir gozando de sus servicios ambientales; realizar el potencial de la economía, para generar empleos y recursos que nos den una mejor calidad de vida.