A nivel nacional, se mantienen activos 43 siniestros; el fuego ha consumido una superficie promedio de 7 mil 585.85 hectáreas de cobertura vegetal, principalmente de pastos y matorrales, afectando cultivos y acabando con especies de flora y fauna silvestre, en 16 estados del país.
Hasta el 19 de abril al menos cinco incendios se han registrado en Áreas Naturales Protegidas (ANPs), conforme a los datos hechos públicos por la Comisión Nacional Forestal (Conafor), institución que, por segundo año consecutivo cuenta con un presupuesto 35% menor que el del año 2018 y que en este mismo periodo se ha visto rebasada para controlar de forma efectiva el fuego, a pesar de que los incendios de los macizos forestales se han vuelto una crisis en el territorio nacional.
De los 20 incendios forestales activos en la Península de Yucatán, 10 se desarrollan en Quintana Roo, que en 2019 registró 59 siniestros con 12 mil 792 hectáreas afectadas.
La falta de personal, la carencia de recursos materiales y económicos, sumada a la contingencia provocada por el coronavirus (COVID-19), han complicado la liquidación de los siniestros, recayendo todo el trabajo en las comunidades afectadas, sin que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), intervenga y cumpla el mandato de ley, que le confiere la obligación de vigilar, atender las denuncias, frenar actividades ilícitas en agravio de los recursos naturales y castigar a los responsables.
Hace más de tres semanas pobladores de la comunidad de Uxuxubi, en el municipio de Solidaridad, Quintana Roo, solicitaron el auxilio de los tres órdenes de gobierno para sofocar los siniestros que consumían buena parte de la cobertura vegetal de la zona, poniendo en riesgo la vida de la fauna silvestre y provocando la pérdida de cultivos.
Uxuxubi es un asentamiento humano, localizado a 11 kilómetros de Akumal, al sur del municipio de Solidaridad y al límite norte de Tulum, habitado por pequeños propietarios de carácter rural. Ahí se trabaja el cuidado de las abejas, el ecoturismo y el safari fotográfico.
Miguel Pani, fundador de dos organizaciones de producción rural atribuye la detonación de estos incendios a especuladores de tierra, quienes propician la quema de terrenos nacionales para parcelarlos y venderlos.
“La gente está parcelando y quemando para hacer como que está trabajando la tierra y obtener buen precio como pequeño productor y no a precio comercial, como de especulador. Luego titulan las tierras, ya luego las venden.
“Están aprovechando el momento de la contingencia y que la Conafor y Protección Civil están rebasados, el mismo personal nos lo dice, que no tienen con qué, aunque nosotros vemos que ‘le echan ganas’, pero no pueden. Los especuladores se están despachando”, afirma.
Pani relata que la quema intencional está cobrando la vida de fauna silvestre o propicia su desplazamiento. La zona es habitada por loros, faisanes, jaleb, tejones, sereques, monos araña, ocelotes, pumas y jaguares, todos en riesgo.
El fuego también proviene de cazadores que olvidan apagar sus fogatas o las apagan mal -dice- y el fuego se expande rápidamente debido a que no ha llovido y la temperatura es muy alta. “Es gente que no tiene cuidado y va a lo que va”, agrega.
En Campeche los incendios forestales y la deforestación tienen origen, principalmente, en las actividades agroindustriales de las comunidades de menonitas y el impacto es brutal para la apicultura, siendo la entidad, la principal productora de miel en México.
Hace dos semanas en Bolonchen, una de las 25 comunidades del municipio de Hopelchen, se vio rodeada de llamas, narra Wilbert Caamal.
El joven de 25 años ayuda a sus padres a dar mantenimiento a sus apiarios y ha visto como cada año crece el número de incendios y la superficie deforestada, mientras la producción de miel disminuye como efecto directo.
“También lo hacen adrede para cambiar el uso del suelo y poder cultivar maiz. Esto lo hacen los empresarios menonitas dedicados al monocultivo de maiz y soya transgénica; primero meten maquinaria pesada y talan el monte; esperan que la madera esté seca y le prenden fuego. Ellos incendian de 30 a 40 hectáreas, mientras que un campesino quema dos o tres hectáreas para hacer su milpa”, detalla.
Wilbert dice que desde hace dos años han perdido un promedio de 90 mil hectáreas al año, a causa de esta forma de sembrar monocultivos, sin que las autoridades detengan la actividad y castiguen a los responsables.
“Pasa que el gobierno lo ve como desarrollo, porque ellos (los menonitas) producen granos, los exportan, dan trabajo; pero lo que no entienden es que al acabar con la selva, están acabando con el hábitat de las abejas y eso significa la muerte de la apicultura y eso impacta la vida y los ingresos de muchas familias campesinas mayas.
“El humo afecta a las abejas, pero también nuestra salud; se contamina el aire, el fuego y la pérdida de vegetación aumenta la temperatura, que aquí en Campeche ha llegado en estos días a 45 grados; destruyen la selva que es hogar de los animales; se pierde la fauna del monte, se afecta a las aves, destruyen sus nidos y las aves emigran; disminuyen la población de abejas y la polinización y con eso, el alimento de las personas”, explica.
La gravedad de la situación llevó a la Alianza Maya por las Abejas (Kaab Nalo’on), a exigir la inmediata intervención del gobierno federal para poner un alto a los incendios intencionales.
Alberto Cahuich, secretario de la cooperativa U Lool Che, en José María Morelos, Quintana Roo, aliada en esta plataforma de incidencia, remarca que concentrar esfuerzos institucionales en frenar los incendios es indispensable, sobre todo en este año que, de acuerdo con el Xok k ́iin o cabañuelas mayas, será muy seco y caluroso.
También resalta que es urgente cambiar los modelos de producción y de aprovechamiento de los recursos que se aplican a gran escala y en un ámbito comercial.
“Esto que nos está pasando en el mundo es un aviso que no estamos escuchando. La Tierra se está cobrando el daño hecho. Hemos deforestado sin medida, sin control; contaminamos el agua, el aire y vemos que los virus están mutando. “La naturaleza nos está pidiendo parar. La sequía es muy grande. La Tierra se está secando, porque estamos deforestando la selva”, alerta, al señalar que, personalmente, se entrevistó con el secretario de Medio Ambiente (Semarnat), Víctor Toledo. El apicultor lo puso al tanto de las prácticas agroindustriales de los menonitas en Campeche y Quintana Roo, en los municipios de Hopelchén y Bacalar, respectivamente. “No hubo ninguna respuesta; sólo turnó el tema a un asistente”, comentó.
Cahuich lanza una última reflexión, acerca del impacto que la deforestación y los incendios forestales, tienen en las abejas: “Hay que aprender a ver con ojos indígenas. La abeja es el animal más importante de la Tierra; no es sólo por la miel. Sin la abeja no habrá comida; ella recolecta el polen de las flores y fecunda, dando vida. Si acabamos con su hábitat y con ellas, no tendremos qué comer”.
Fotografías: Alianza Maya por las Abejas