7 julio, 2020, Por: CCMSS
La reflexión parte de María Candelaria May, mujer, indígena maya, defensora de derechos humanos; feminista y referente en la Península de Yucatán en la reivindicación de los derechos de la diversidad sexual, quien desea inyectar la semilla de libertad, respeto y autoafirmación en la niñez maya, como herramienta de defensa y del buen vivir.
“Quiero esa fuerza para la niñez maya. Si no sabemos quiénes somos, pueden hacer de nosotros lo que quieran. En la Península de Yucatán, se viven guerras internas por el territorio, por la discriminación, por la exclusión, por la violencia hacia las mujeres y hacia las personas de la diversidad sexual. Todas esas guerras se viven dentro de las casas y eso no se reconoce, se invisibilizan y por lo tanto no se atienden”, afirma.
La activista considera que, de todas las batallas que se pueden librar, una de las más difíciles consiste en luchar en contra de la invisibilidad de la diversidad sexual, porque atraviesa la ignorancia, los prejuicios, los estigmas, la educación tradicional, la religión y el miedo a la diferencia.
“Es una lucha que se da en mucha soledad, pero tiene que construirse si queremos defender el territorio. El fortalecimiento identitario -quién soy, cómo soy y cómo defiendo mi posición- te hace asumir otros derechos, como el derecho al territorio, porque el primer territorio es tu cuerpo y debes aceptarlo.
“No se puede ser un defensor del territorio y violentar el cuerpo de una mujer; tampoco se puede ser defensor del territorio y ser homofóbico, porque entonces somos defensores incompletos. El primer territorio es el cuerpo y para sentir orgullo de ese territorio tienes que aceptar y aceptarte, aceptar tu origen, tu identidad, tu orientación sexual, sea la que sea”, sostiene.
May Novelo, Doctora en Ciencias de la Educación, Maestra en Diseño curricular y en Consejería y Educación de la Sexualidad, ha transitado en la formación académica para conocer, reconocer y promover la educación, la identidad maya, la visibilización de las mujeres, el respeto a la orientación sexual de las personas y la defensa del territorio en una región altamente conservadora y amenazada por el despojo de su riqueza natural y cultural.
esde niña, experimentó en la piel la discriminación y la violencia en sus diferentes formas, primero por ser mujer, luego por ser indígena. Después, por atreverse -bajo esas condiciones- a prepararse académicamente y asumir un rol activo, más allá de la casa, los trastes, la familia y los hijos.
Con una infancia y adolescencia difíciles, marcadas por el distanciamiento afectivo de su madre y la violencia ejercida por dos de sus hermanos, Candelaria tuvo que construir su propia fuerza en solitario, para salir adelante.
“Viví, como muchas niñas y niños, maltrato infantil a modo de enseñanza y educación. Siempre quise buscar la aceptación de mi madre y no la tuve. Ella un día me gritó que no me quería y que siempre quiso abortarme. Para mí fue un golpe muy severo, pero me construí con voluntad, con una mujer fuerte que merece estar bien, como todas las mujeres merecen estarlo. Por eso, si yo puedo ayudar, lo haré.
“Erróneamente se cree que estos temas no deben hacerse públicos, pero pienso que es necesario hablar de ello, es importante saber dónde se encuentran las cicatrices del alma y del cuerpo; reconocerlo nos debe llevar a aprender que la familia debe dejar de ser ese lugar de riesgo para sus miembros, sobre todo para las niñas y los niños”, narra.
Para la activista, es importante sanar pasajes dolorosos y trabajar en la construcción de las prácticas de maternidad y paternidad, porque tradicionalmente la carga de la crianza se ha depositado en las mujeres y, muchas veces, la falta de información incide en que las madres descarguen su enojo en las y los hijos.
“Urge que los padres asuman la parte que les corresponde en la crianza de los hijos e hijas y en los deberes del hogar que oprimen a la mujer”, dijo, para agregar que luego de distanciarse de su mamá, 15 años después pudieron reencontrarse con mayor armonía.
En su andar, Candelaria, diplomada en Educación Intercultural y Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, se refugió en la educación y el conocimiento; en alimentar el intelecto.
La “maestra Candy”, como la llaman sus alumnas y alumnos, desafió al sistema educativo tradicional, al aplicar, en una pequeña escuela de Yucatán, un modelo de enseñanza inclusivo, que dignifica la cultura maya desde la niñez; y promovió un esquema de trabajo eficaz, que de entrada le valió ser objeto de ataques y burlas.
“He construido mis prácticas educativas como un proceso digno para la niñez. La escuela pública puede ser el espacio más revolucionario que una quiere que sea, porque la escuela debería ser un espacio de puertas abiertas”, asevera.
Paradójicamente, ese modelo de enseñanza y esa dinámica de trabajo que le fueron cuestionados, la encumbraron a nivel internacional, cuando un medio de comunicación extranjero realizó un reportaje en la escuela “Ignacio Allende”, en donde funge como directora.
Las imágenes de las y los niños portando sus trajes típicos -como parte de su formación identitaria- le dieron la vuelta al mundo y aplacaron las críticas entre sus detractores, provocando el reconocimiento de sus métodos y el respeto de sus superiores.
Entre su listado de batallas, como parte de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya “Múuch’ Xíinbal”, en 2019 enfrentó al corporativo Lightening Park y Jinko Solar, que pretende imponer el mega proyecto fotovoltaico “Yucatán solar” en una superficie de 210 hectáreas de selva a cinco kilómetros de Valladolid, por lo cual presentó una demanda de amparo para frenar las obras.
Luego de que un juzgado de Distrito dictó una suspensión definitiva del proyecto, en ese año, May Novelo fue víctima de acoso y presiones, que incluyeron mensajes amenazantes en redes sociales, visitas del personal de una consultora ligada a las empresas y llamadas telefónicas de la actual directora de Desarrollo Educativo y Gestión Regional de la Secretaría estatal de Educación, Graciela Cortes, quien le dijo que por instrucciones de la secretaria de Educación, Loreto Villanueva, debían reunirse “para hablar del tema”.
Asumida como una “feminista maya”, Candelaria ha dedicado 15 años de su vida a denunciar el abuso sexual infantil y las violencias contra las mujeres; y ha defendido a la diversidad sexual, convencida de que la libertad de amar y de reconocerse, es piedra angular para empoderarse como persona.
Fundó el espacio Ts’u’unun Naj” (Casa Colibrí en español), un centro cultural apartidista, laico, para defender y promover los derechos humanos, al pueblo maya y la educación sexual.
En 2015 organizó la primera marcha del Orgullo Lésbico Gay Bisexual Transgénero Transexual Travesti Intersexual Asexual Pansexual (LGBTTTIAP+), en Valladolid, en el marco del curso “Educación para la convivencia y la paz”, mismo que impartía en la Universidad Pedagógica Nacional, subsede Valladolid.
Su defensa a dicha comunidad, ha provocado que se especule sobre su orientación sexogenérica, debido a los estigmas y prejuicios que perviven en la región, pero el hecho de ser heterosexual, no la ha blindado de críticas por su forma de amar, ya que ha tenido parejas con edades menores a la suya, lo cual sigue siendo “imperdonable” socialmente, aunque sea normalizado cuando el hombre es mayor que la mujer.
“Me han dicho que soy lesbiana pensando que eso es una ofensa, pero están equivocados. Si quieren insultarme, díganme que pertenezco a un partido”, bromea y aborda el conflicto que le provocaron los estigmas sociales, cuando decidió construir una relación afectiva con un hombre más joven.
“Yo mantuve una relación afectiva con un hombre 23 años más joven. Fue difícil porque lo viví con prejuicio. Esa relación terminó, pero ahora construyo mi proyecto de vida con otra persona a la que le llevo 18 años. Me gusta su claridad; él es cocinero.
“Muchas mujeres al saber sobre mi experiencia, se acercaron a decirme que en su momento ellas se censuraron, estuvieron enamoradas de una persona menor, pero por prejuicio se negaron la oportunidad de construir algo con ellos, porque a las mujeres nos castran por mantener una relación erótico afectiva con un hombre más joven, cuando lo más natural o normalizado es ver a hombres con mujeres más jóvenes”.
Candelaria May nació en Nicolás Bravo, Quintana Roo, pero fue registrada en Valladolid, Yucatán. Es la séptima de ocho hijos. Su padre, Florencio May Noh, un indígena maya parlante de Tecoh, se integró como trabajador en la construcción de carreteras, lo que llevó a su familia a ser nómada.
Sus primeros años transcurrieron en comunidades mayas, de las cuales aprendió sus rituales, algunas palabras y frases en maya, así como la conexión con la naturaleza.
“Una reminiscencia de mi niñez es el profundo afecto que he sentido por las plantas. Mi casa es una jungla llena de plantas. Siempre he pensado que nos toca alzar la voz por los animales y las plantas, que no tienen cómo defenderse. Soy una apasionada de la naturaleza”, dice.
De niña, estudiando en la escuela primaria, quería ser educadora para trabajar en el kínder. Su hermano se opuso a que se mudara a Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo, para entrar a la Escuela Normal de Educadoras, pero logró licenciarse en la Escuela Normal de Valladolid como docente del nivel primaria.
Durante su permanencia como estudiante en todos los niveles educativos -recuerda- le indujeron a borrar, adormecer y subordinar su identidad indígena.
“Después de la Conquista las lenguas originarias son sometidas y despreciadas. La lógica de los padres era clasista y racista, pues no les enseñaban la lengua maya a las hijas e hijos, para protegerles de la discriminación”, recuerda
Para continuar sus estudios tuvo que divorciarse en 1999. En libertad, cursó un diplomado en Investigación y la Maestría en Educación, en el campo de diseño curricular.
En el 2003 se incorporó al Programa Nacional de Salas de Lectura, de ahí se vinculó con los libros y fortaleció su formación. En ese mismo año cursó un Diplomado en Educación Intercultural, lo cual fue fundamental en su proceso de autoresignificación étnica y definió sus pasos para convertirse en promotora cultural.
“El estudio me permitió ilustrarme y empoderarme como mujer y como mujer indígena, pero tampoco fue sencillo. Durante mi camino sufrí mucha discriminación. Cuando me casé, a mi ex suegra le decían: ‘¿Su hijo se va a casar con una mujer que se apellida May
“Entré a una escuela en donde me llamaban ‘huira’, término mediante el cual se discrimina a las personas mayas, señalando que se es una ‘india’. Había un profesor que en voz alta se paseaba exclamando ‘mi directora es una huira’”, evocó.
Pero lo que para otros era signo de vergüenza, para Candelaria era motivo de orgullo. Portaba su hipil, se preparaba y ascendía profesionalmente, mientras las y los demás se estancaban en sus prejuicios.
“Desgraciadamente una se enfrenta a muchas inercias. Recuerdo que cuando entré como directora de la escuela, se me fueron encima, según ellos, por exigirles trabajar.
“He sido víctima de violencia institucional durante 14 años. Me movían de escuela en escuela. En 2012 me llevaron a una comunidad Dzitnup, ‘disque’ para castigarme, porque era la peor escuela. La más sucia. Estaba deforestada y el personal no estaba comprometido.
“El primer sábado de mi presencia como directora, fui la primera en ir a plantar árboles y plantas. Luego me siguieron y en un año, todo aquello floreció”, narra.
En 2013 una maestra buscó su expulsión de la escuela, lo que la dejó fuera durante dos cursos escolares. En medio del boicot, Candelaria aprovechó el tiempo para cursar su segunda Maestría en el Centro de Estudios Superiores en Sexualidad y se tituló como sexóloga.
La docente que la atacaba abandonó el plantel y ella quedó en posibilidades de poner en práctica sus métodos educativos, que incluyeron proponer el uso de traje típico -hipil y guayabera- para que las y los niños los portaran cada lunes.
“La intención era evidenciar que el pueblo maya está vivo y está en una escuela publica”, explica, al recordar cómo en octubre de 2017 la agencia AJ Plus (AJ+) hizo un reportaje sobre la escuela, que se volvió un boom, al exponerlo como iniciativa de fortalecimiento identitario.
“Se publicó ese reportaje el 4 de noviembre, como una escuela de niños que vestían uniformes tradicionales en lugar de uniformes, por la dignificación y la visibilización del pueblo maya en el sistema educativo”, detalló.
A partir de ese año, Candelaria ha sido invitada a dar conferencias y talleres para el fortalecimiento identitario, el ser maya, el respeto del territorio y el poder vivir la cultura de forma digna.
Entre el 2016 y el 2017 la nombraron madrina de la reinauguración de la Biblioteca “Sor Juana Inés de la Cruz”, en una escuela de Espita, Yucatán y de una escuela de Yalcobá, Valladolid; sus conferencias escandalizan porque aborda temas considerados tabú, habla de sexología, menciona sus convicciones amoroso-disidentes, denuncia la gravedad en la salud integral de las mujeres con los modelos de la maternidad dominante y del amor romántico, además de enunciar las partes del cuerpo sin sobre nombres.
“Las señoras fifís dicen que soy una pornográfica porque hablo del cuerpo. Ellas olvidan que soy sexóloga. Ellas son de recitar la Biblia, de ir a misa”, menciona, al enlistar tres libros que han marcado su historia.
Uno de ellos es “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, porque -en su opinión- refleja la complejidad del ser humano y le dejó como lección, aquello que es importante en la vida.
Otro libro es “El hombre en busca del sentido”, de Viktor Frankl, por la maestría con que el autor plasma su dolorosa experiencia de vida en un campo de concentración nazi y cómo el encontrar un objetivo o misión, puede salvar a las personas.
Y el tercero fue “Mujeres que ya no sufren por amor”, de Coral Herrera, que derrumba el mito de la pareja ideal, del amor romántico y de la glorificación del dolor.
Ella misma busca escribir dos libros. Uno autobiográfico, en donde en un apartado hablará sobre los amores intergeneracionales, a propósito del amor entre un hombre más joven y una mujer mayor, y cómo es sancionado socialmente.
El otro es el de la maternidad desde la mirada transgresora y disidente, que cuestiona cómo a partir del embarazo, una mujer siempre desaparece debajo de la madre.
“Cuando llegan los hijos, aparecen las madres y se extinguen las mujeres. Sus sentimientos y deseos, quedan en el olvido”, subraya, la madre de tres hijos, de 27, 21 y 14 años de edad, a quienes ama sin que ella y su dignidad desaparezcan.
Sobre lo que viene, a partir de un nuevo mundo dibujado por la pandemia del coronavirus COVID-19, Candelaria es pesimista.
Durante la contingencia le tocó brindar acompañamiento a mujeres víctimas de diversas violencias, fenómeno que aumentó -asegura- “aunque (Andrés Manuel) López Obrador lo niegue”.
“En mi ciudad un padre violó a su hija durante la cuarentena. A mi casa han venido a buscar apoyo muchas mujeres por los procesos de violencia que viven ellas o familiares cercanas. Los esposos que no tienen dinero golpean a sus mujeres, las matan; hay suicidios.
“Las mujeres que acuden a mí, me piden ayuda porque si van solas no las atienden y además los procesos son aletargados y llenos de corrupción. Lo más lamentable son las declaraciones del presidente, que con sus dichos nos golpea tanto como las violencias que vivimos; con sus declaraciones nos invisibiliza”.
Por ello, en la “nueva normalidad”, destaca que recuperar las voces de las mujeres, esas que se hicieron oír el 8 y el 9 de marzo, será fundamental en la defensa del territorio, de la autonomía, de los derechos y de la sexualidad.
“Si antes de la pandemia necesitábamos mujeres para alzar la voz y construir, ahora más. Algunas personas vieron en la cuarentena espacios de conciencia, pero la gran mayoría del país, derivado de la desigualdad, la inequidad y la injusticia, no tuvieron oportunidad, Y mas bien vieron cómo sobrevivir.
“La nueva normalidad debería de ser distinta al modelo depredador, consumidor de cuerpos como mano de obra barata y de recursos naturales como fuerza desechable, pero no. Los empresarios no han pensado en que hay que desandar ese camino.
“Vienen tiempos difíciles. Lejos de que todo vaya en un mejor sentido, amable y generosos laboralmente, colaborativo, sereno y regulado, el propio Estado mexicano puso el ejemplo y salió con mayor facilidad para depredar, a través de proyectos como el Tren Maya.
“Solo veamos cómo en plena contingencia, el presidente vino a dar el banderazo de inicio, importándole poco la situación de salud que a todos nos afecta; no hay frenos a las granjas porcícolas, los agroquímicos y la contaminación de la Tierra y el agua. Hay pláticas, maridajes, amarres entre autoridades y empresarios”, expresó.
Con esa certeza, esta mujer que se asume como una pieza en la construcción de comunidad, a través de la educación, la formación, la organización y la valentía, afirma que lo que toca es construir condiciones diferentes desde abajo; gestionar los derechos con las y los otros.
“La felicidad y el buen vivir son un derecho, por el que vamos a tener que luchar. No cambiaré el mundo, pero sí el espacio en donde estoy”, concluye.