2 marzo, 2015, Por: Sergio Madrid Zubirán
Con la llegada del calor, y hasta que vuelvan las lluvias, ya entrado el verano, México vivirá la temporada anual de incendios. En muchos ecosistemas, sobre todo en los bosques templados, el fuego es parte de la dinámica ecológica, y un incendio de baja intensidad y controlado hoy es la forma natural de prevenir un incendio muy severo en el futuro. Urge una estrategia nacional de manejo del fuego que no sólo incorpore a los tres órdenes de gobierno y a los dueños de terrenos forestales, sino que mire más allá del bosque e involucre al sector agropecuario.
Con la partida del invierno y el inicio de los calores secos en el país, comienza la temporada de incendios en México. Si se mantienen los patrones históricos, es posible que se presenten algunos incendios muy notorios, pero la mayoría de los fuegos que se registren en el territorio nacional será de poca severidad, afectará sobre todo a pastizales y arbustos, y el promedio de área afectada no superará las cincuenta hectáreas. Sin embargo, una política equivocada en esta área y el avance de la deforestación, pueden alterar estos patrones. Para evitar que en México incrementen incendios de muy alta severidad, es urgente contar con una estrategia nacional de manejo del fuego que involucre a los tres órdenes de gobierno y a los propietarios de bosques y terrenos susceptibles de quemarse. Esta estrategia, además, debe trascender lo forestal e incorporar a productores y autoridades agrícolas y ganaderos.
El fuego es parte natural de muchos de los ecosistemas mexicanos. En los bosques de pino, por ejemplo, ayuda a regular la densidad del arbolado y limpia la hojarasca, con lo que permite a las semillas alcanzar un suelo fértil. El fuego es también la herramienta más antigua que la humanidad ha usado para el manejo del paisaje. Desde tiempos inmemoriales, las llamas se han usado para limpiar terrenos agrícolas y para facilitar el renuevo de los pastizales en los que se alimenta el ganado. Los incendios prescritos y controlados en el bosque son también una forma de reducir la carga de combustible que cubre el suelo y prevenir con ello incendios de alta severidad.
Sin embargo, por demasiado tiempo se ha emprendido una política de combate y supresión de incendios que pasa por alto estos hechos, alterando la dinámica natural de los bosques. Esto, más que proteger de las llamas a los bosques, a los cultivos y a la población, los pone en mayor riesgo. Suprimir el fuego siempre y en todos los lugares sienta las condiciones para que, en lugar de incendios pequeños y controlables, surjan incendios de alta severidad, que afecten inclusive la capacidad de regeneración del bosque y desborden la capacidad de contención de autoridades y propietarios.
El fuego es, también, una de las herramientas que se han usado para el desmonte ilegal de terrenos forestales y su cambio de uso de suelo, para sustituirlo con cultivos agrícolas, pastizales o construcciones inmobiliarias. Los incendios así provocados son intencionalmente difíciles de controlar, con lo que suponen un riesgo para todos.
Hace tiempo que la Comisión Nacional Forestal (Conafor) ha buscado construir un consenso en torno a una estrategia nacional de manejo del fuego, pero las reticencias que ha encontrado son muchas. Desde las inercias de otros tiempos, que siguen considerando la supresión del fuego como la única política posible, hasta la negación de los hallazgos científicos en la materia, son muchos los factores que han impedido la consolidación de esa estrategia nacional. Es hora de terminar esa tarea y asumir un compromiso firme con el manejo del fuego.
Consolidar esa estrategia nacional requerirá, por un lado, ir más allá del gobierno federal e incorporar a todos los actores con decisión sobre el terreno. Los gobiernos estatales y municipales tienen mucho que aportar, tanto a la hora de controlar incendios que ya surgieron como en la coordinación de acciones para la prevención y el manejo forestal. Propietarios privados, ejidos y comunidades forestales tienen también mucho que aportar. Pero una estrategia de manejo del fuego que sea verdaderamente integral y efectiva deberá mirar más allá del bosque, hacia el sector agropecuario. Controlando las quemas para la limpia de terrenos y para favorecer el renuevo de pastizales, disminuyendo los incentivos para el cambio de uso de suelo, se evitará que la situación se salga de control.
Consolidar e implementar una estrategia de manejo del fuego permitirá al país sacar mejor provecho de sus recursos naturales, prevenir catástrofes y conservar mejor lo que tenemos. Es hora de que prenda ese esfuerzo.