Los productos forestales no maderables: los olvidados de la política forestal en México


16 agosto, 2022, Por:

Los productos forestales no maderables: los olvidados de la política forestal en México

Gracias a los recolectores y recolectoras de productos forestales no maderables, una importante superficie de áreas forestales se mantiene vigilada y conservada, ya que quienes se dedican a esta actividad están continuamente en las áreas forestales y dan aviso cuando se presenta un incendio o cuando los terrenos sufren alguna afectación por parte de personas ajenas a las comunidades.

Esta presencia de las y los recolectores – guardianes de los bosques se da en los ejidos y comunidades donde se realiza la extracción de resina de pino, en estados como Michoacán, Guerreo, Jalisco y Oaxaca, que son bosques de baja productividad, por lo que la extracción se convierte en una alternativa económica para las comunidades, a la par que contribuye a la protección del territorio.

Se les llama productos forestales no maderables (PFNM) a aquellos productos no leñosos que provienen de la vegetación (bosques, selvas, matorrales, etc.) y, de acuerdo con la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, incluyen a líquenes, musgos, hongos, resinas y suelos forestales, entre otros.

La información que proviene de la Semarnat indica que hay más de 144 especies de PFNM con autorización de aprovechamiento, mientras que la Red de Productos Forestales No Maderables señala que hay más de mil especies que tienen un uso doméstico y se emplean para diferentes fines por parte de comunidades locales e indígenas en México (plantas medicinales, alimenticias, ritual, construcción, elaboración de artesanías, entre otras).

El valor de la producción forestal maderable en México en 2018 fue de más de 10 mil millones de pesos, mientras que la de productos no maderables fue de poco mas de mil millones de pesos (10% del total). Sin embargo, la Conafor, dependencia responsable de atender ambos sectores, recibió en 2022 un presupuesto de 2.2 mil millones de pesos, cantidad mínima que se ve reflejada en una pobre capacidad de atender a las comunidades y ejidos forestales que se dedican tanto a la producción forestal maderable como a la no maderable.

Recolección de hongos en temporada de lluvias en Texcoco, Estado de México.

Las comunidades más vulnerables que habitan en regiones donde prevalecen ecosistemas forestales como matorrales xerófitos, bosques de pino y encino y selvas son quienes aprovechan los productos forestales no maderables para su autoconsumo o para su comercialización. Se trata de millones de personas que no tienen derechos agrarios, pero que también dependen de los bienes naturales que proveen los bosques para su subsistencia.

Este es el caso de la candelilla, la lechuguilla, los agaves silvestres y la damiana, que son algunos productos que se comercializan en los ecosistemas áridos del país; mientras que en los bosques templados los principales productos que se extraen y comercializan son la resina de pino, el heno, los musgos y el poleo entre otros. Por su parte en las selvas secas se extraen los agaves silvestres, la palma sombrero, copales, cuachalalate, principalmente; y en las selvas húmedas la palma camedora, el chicle, las semillas de ramón, por ejemplo.

El desafío del aprovechamiento de los productos forestales no maderables es que, como ocurre con los productos maderables, se requiere realizar avisos o estudios dependiendo de la especie y se requiere contratar a asesores técnicos que se encuentren en el Registro Forestal Nacional. Los estudios para los avisos y autorizaciones tienen un costo que en muchas ocasiones es difícil sufragar para las comunidades pobres. Además, se tienen que pagar los costos de viajar de comunidades alejadas a la capital de las entidades federativas, donde se encuentran las representaciones de la Semarnat, para hacer la gestión y dar seguimiento a los trámites.

Las personas que se dedican a la extracción de PFNM son principalmente hombres, mujeres, jóvenes, niñas y niños sin derechos agrarios, que requieren el aval de las asambleas comunitarias y ejidales para realizar estas actividades y cuyos representantes realizan los trámites ante la Semarnat para presentar los avisos y las solicitudes de autorización.

Quienes extraen los PFNM en muchos casos solo son abastecedores de materias primas de estos productos y por lo general están sujetos a la compra por parte de intermediarios que compran a bajos precios y comercializan los productos acopiados a otros eslabones de la cadena de valor, quienes por lo general agregan mayor valor.

Falta de consistencia entre metas y acciones dentro del programa de trabajo de Conafor

Procesamiento de fibra de agave lechuguilla para la elaboración de cepillos. Cooperativa Gosthi, Puerto Dexti, Hidalgo.

A pesar del escaso presupuesto que se ha asignado en años recientes a la Conafor, en su Programa Anual de Trabajo del 2020 estableció la meta de incorporar o reincorporar 400 mil hectáreas al aprovechamiento forestal no maderable.

Sin embargo, en dicho Programa no  existe  ninguna acción para promover la organización entre los grupos que participan en la extracción de no maderables, tampoco se señala si se realizará alguna acción para promover la agregación de valor o el desarrollo de mercados en beneficio de las comunidades y ejidos y poblaciones vecinas que los aprovechan.

Los avances y las experiencias más importantes sobre manejo comunitario en productos forestales no maderables provienen de organizaciones de productores que se juntan para elaborar proyectos de orden regional, agregan valor a sus productos y tienen mayor acceso y mejores condiciones para ingresar a los mercados. México, un país con múltiples y diversas regiones forestales campesinas requiere un politicas y programas fuertes que apoyen y estimulen el manejo y protección de los territorios forestales.

El impulso a los PFNM requiere de políticas institucionales que faciliten el acceso a las comunidades a las autorizaciones por parte de la Semarnat, involucrar a universidades y centros de investigación a realizar los estudios básicos para facilitar las autorizaciones de este tipo de productos, contar con incentivos para elaborar los estudios y programas de manejo, promover la organización de los productores de no maderables, apoyar sus procesos de agregación de valor y facilitar el acceso a mercados que paguen precios justos.

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