7 noviembre, 2019, Por: CCMSS
“Los territorios comunitarios siempre han resultado cohesivos. México tiene muchos casos que dan muestra de ello. Los mejores defensores de los territorios son las personas que están ahí, que lo aman, lo conocen, lo trabajan. Es fundamental fortalecer el ejercicio de derechos y los proyectos de trabajo de los habitantes en los territorios de propiedad social, porque esto crea reconocimiento y responsabilidades y posibilidad de compromiso con el futuro”, comentó Salvador Anta, integrante del CCMSS.
En el foro convergieron líderes comunitarios, académicos y representes de organizaciones civiles, quienes compartieron experiencias, dudas, datos sobre la realidad rural, lecciones y oportunidades para fortalecer la ocupación activa de los territorios. Compartimos aquí algunos de los temas más relevantes.
“Las manifestaciones de despojo de medios de vida acompañan a la privación de los modos de vida, pues la transformación territorial y el desplazamiento hacen inviable mantener la organización tradicional… la migración imparable hacia las ciudades de los jóvenes hijos de campesinos es un proceso muy delicado cuyas consecuencias en el mundo rural apenas se están observando: contribuyen a crear “espacios vacíos” o con poca densidad (poblacional y de significados) que son rápidamente apropiados por los emprendimientos industriales”.
“Mientras el territorio sea un espacio de producción y reproducción natural, económica, cultural y organizativa, quienes los habitan no permitirán que sea transformado en una zona de sacrificio o “territorios socialmente vaciables”, esto es, espacios funcionales a los intereses privados, mediante la eliminación de la población y de sus formas y modos de vida previos”.
“Un territorio pierde el significado identitario y deja de ser percibido como elemento que produce identidad y futuro cuando se rompe la relación estrecha y de mutua dependencia entre los hombres y la naturaleza (desaparición de actividades agrícolas e implementación de otras formas de subsistencia, como los programas asistenciales y de aprovechamiento territorial, el pago por servicios ambientales o los monocultivos para exportación), o bien cuando se imponen en el territorio condiciones que no permiten la vida individual y colectiva (contaminación, violencia, militarización, paramilitarización, ocupación por parte de la delincuencia organizada)”, explico la antropóloga Giovanna Gasparello, integrante de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Una experiencia emblemática del estado de Oaxaca es la de la Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecas-Chinantecas de la Sierra Juárez (UZACHI), que maneja sus bosques comunitarios desde hace más de 30 años, luego de una importante lucha por recuperarlos y retirar las concesiones otorgadas por el gobierno a empresas paraestatales para explotarlos sin dejar ningún beneficio a sus dueños y sin tomar en cuenta el manejo sostenible en el largo plazo.
“La gestión del territorio y en este caso el manejo del bosque involucra una responsabilidad social y ambiental. Si bien la generación de los ingresos económicos es un objetivo, se tiene claro que lo importante es la preservación del bosque y los recursos naturales y la generación de los diversos servicios ecosistémicos; por lo tanto, en las actividades de manejo se busca renovar masas forestales y conservar espacios y especies únicas e importantes. La participación y toma de decisiones a nivel comunitario y la apropiación del territorio es fundamental. Otro elemento importante es el conocimiento de los pobladores: con 30 años de experiencia, los comuneros y comuneras asesoran, realizan las actividades y generan conocimiento. Nadie defiende lo que no conoce, por lo tanto si comunidades generan el conocimiento, se apropian del manejo y replican el aprendizaje a nuevas generaciones se permite que la población originaria sea quien a corto, mediano y largo plazo continúe estableciendo estrategias para un bien colectivo, buscando la conservación de sus bosques y la defensa del territorio ante riesgos ambientales y las amenazas de empresas transnacionales que buscan saquear lo que por años se ha conservado”, refirió Laura Giménez, subdirectora y responsable del departamento no maderable de la UZACHI.
Otra de las experiencias compartidas durante el foro fue la de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske. Paulina Garrido, presidenta de la Unión, compartió los elementos centrales que han permitido a la Tosepan cumplir 40 años y crecer hasta ser el ejemplo que es hoy, con cerca de 40 mi miembros y cerca de 10 proyectos productivos relacionados con ecoturismo, producción y venta de café, canela y otros productos, producción orgánica, educación, construcción de viviendas, cajas de ahorro, entre otros.
Entre los elementos que resaltó están: una activa participación de mujeres, proyectos de educación y participación para los jóvenes; toma de decisiones en asambleas transparentes; fortalecimiento constante de la identidad indígena de la organización; impulso al ordenamiento territorial, en consenso con otros actores locales; proyectos vinculados a la mejora de la calidad de vida de los miembros de la cooperativa, entre ellos los hogares sustentables, uso de ecotecnologías y promoción de la salud; diversificación en los productos que comercializan, para no depender únicamente del café, que está sujeto a lo que sucede en los mercados globales; conversión a la producción agroecológica y la formación de coaliciones con otras comunidades y organizaciones para defender su territorio de megaproyectos.
“México, por sus características poblacionales y territoriales, tiene la posibilidad de replicar el modelo de Tosepan en otras regiones, lo que permitiría que más comunidades se organicen en emprendimientos productivos sostenibles que preserven la cultura, los recursos naturales y generen mayor bienestar para la población, pero es necesario buscar esos estímulos y diferenciación para fortalecer estas iniciativas”, concluyó Paulina Garrido.
Otro caso emblemático de defensa del territorio y reapropiación productiva es el de la comunidad de Cherán, en Michoacán, que hace 8 años dio la batalla para expulsar a la delincuencia organizada, que había deforestado 9 mil hectáreas de su territorio para sembrar aguacate. Miguel Macías, presidente del Consejo Comunal de Cherán, refirió cómo se organizaron para vigilar de manera permanente los accesos a la comunidad, cómo toman decisiones, el trabajo que han hecho para recuperar los bosques arrasados, la decisión colectiva de no permitir la siembra de un solo aguacate en el territorio y la producción de resina para generar trabajo, ingresos y manejar los bosques.
“Aunque fue muy sufrida la lucha que tuvimos que dar como pueblo, hoy en día, prácticamente, no hay actos delictivos en Cherán, el bosque se está regenerado, la fauna está regresando y la gente comienza a recuperar su empleo”, detalla Miguel Macías.
Los resultados están a la vista: en estos ocho años desde que dijeron ¡basta!, los habitantes de Cherán han logrado restaurar 7 mil hectáreas de sus bosques y tienen un vivero de especies locales que produce 2.5 millones de plantas al año, las cuales utilizan tanto en sus bosques, como para las comunidades vecinas. “La comunidad ha logrado recuperar a la fecha un total de 7 mil hectáreas de bosque y con esto estamos volviendo a conectar corredores biológicos y la fauna está comenzando a volver”, agrega Macías.
Sin embargo, dice don Miguel “aún no hemos podido controlar el cuidado de las tierras completamente, ya que, desde hace dos años, han entrado en nuestra comunidad compañías dedicadas al cultivo de la papa y el verdadero problema es que utilizan muchos herbicidas y fungicidas, y hemos notado que eso perjudica al medio ambiente ya que reseca mucho la humedad de la tierra y afecta a las abejas, mariposas, chapulines, lombrices de tierra, entre otros organismos”. Los retos para Cherán continúan, pero su ejemplo es un referente de defensa para todas las comunidades del país.
También estuvo presente en el foro la situación de los apicultores de la selva maya, que desde hace algunos años ven comprometidos sus medios de vida por el avance de la deforestación y de los monocultivos de soya, palma africana y otros productos en los que se utilizan enormes cantidades de agroquímicos. Marcelo Chan Mo, presidente de la cooperativa de apicultores U Lol Che, de José María Morelos, en Quintana Roo, refirió la enorme presión que enfrentan por el cambio de uso de suelo para megaproyectos de todo tipo y explicó que para defender su territorio han avanzado en la trazabilidad y certificación de su miel como orgánica y están generando capacidades para organizarse, tomar decisiones, generar cadenas de valor para que la gente se quede en los territorios. Además, están formando una Alianza Maya por las Abejas, en la que participan cooperativas de Quintana Roo, Yucatán y Campeche.
“Nuestra meta es seguir protegiendo el territorio, las selvas altas y bajas de nuestra región enclavada en la zona maya de Quintana Roo. La apicultura y la meliponicultura son nuestros medios de vida y el bienestar de muchas familias de la península”, refirió Marcelo Chan.
Héctor Robles, profundo conocedor del campo y actualmente funcionario en la Secretaría de agricultura, puso con claridad los retos que tenemos en los territorios, entre ellos:
1. Hay una percepción social totalmente negativa en el conjunto de la sociedad. No se valora y no se reconoce su papel. Tenemos que dar la batalla para que la sociedad los valore.
2. La situación de los jóvenes. ¿Hay opciones para los jóvenes en los territorios? Actualmente los propietarios de la tierra tienen entre 55 y 60 años y los jóvenes tienen menos de 20 y no van a tener su sustento sobre la base de la tierra. Además, la población adulta está agotada, no trabaja la tierra y está pensando ‘ojalá mi hijo salga, se vaya´. Por esto, tenemos que construir alternativas diferentes. Una de ellas es que los jóvenes se formen en otros temas: agua, construcciones, nuevas cadenas de valor. Si queremos que los jóvenes se queden por la agricultura, no va a funcionar. Muchos países han intentado programas para jóvenes y han fracasado.
3. El ejido y la comunidad son distintos. Los derechos al territorio no son como eran antes. Hoy hay parcela, uso común, posesionarios, certificados agrarios, sin certificados, avecindados con y sin título, gente con voz y sin voto en la asamblea. Son más los avecindados que los dueños, si se les reconoce, en las comunidades va a cambiar el poder. Hay que tomar en cuenta esta realidad para construir opciones diferentes y apegadas a esta nueva realidad. El ejido ya es distinto.
4. Algunos elementos que hacen que una organización comunitaria sea exitosa:
– Organizarse no solo a partir de un producto, sino diversificar. En el norte le apostaron a un solo cultivo y quebraron, se volvieron deudores. Ahora la diversificación se está dando en todo el país.
– Escalar, no quedarse en la producción de materia prima. Muchas organizaciones hoy cuenta con entidades financieras; se dieron cuenta de que si sus equipos dependían del gobierno no iban a funcionar, así que empezaron a formar su cuerpos técnicos.
– Gobernanza sobre la base de la confianza, la rendición de cuenta, las sanciones graduales, las reuniones periódicas y los informes.
– La mejor defensa del territorio es apropiarse de él.
También en ese sentido reflexionó Marco Antonio González, presidente del Grupo Autónomo para la Investigación Ambiental y puso énfasis en la necesidad de revisar la vulnerabilidad en la que actualmente se encuentran los territorios, los paisajes. El costo de la recuperación puede ser significativo y no puede cobrarse íntegramente a las comunidades o pequeños productores.
“Necesitamos saber si hay condiciones de soporte para que un sistema de producción funcione, y aumentar la expresión de la biodiversidad dentro de los mismos. La biodiversidad debe verse como el elemento transformador y base de la sustentabilidad, es el elemento que puede generar condiciones virtuosas y eficientes para la producción”.
Agregó que: ” Debemos ampliar nuestra concepción de este elemento y no reducirlo a la expresión numérica de las especies, que muchas veces acaba compitiendo por la ocupación territorial, hay que parar la vieja pelea entre Conservación y Producción y desdibujar la frontera, pues necesitamos una interacción y expresión mas veraz de la biodiversidad dentro de los sistemas productivos, sin limitar la existencia de territorios o espacios para la vida silvestre. La expresión de la vida no puede sustituirse materialmente. La biodiversidad es clave en el paisaje, debe aumentar, debe moldear y debe participar el flujo de energía que se requiere para que un sistema de producción funcione”.
Se refirió a que el reto que tienen algunos programas gubernamentales, como Sembrando Vida, es precisamente como contribuyen a la reconstrucción de paisajes y a la regeneración de las funciones ecosistémicas de los mismos. Es claro ahora que un agroecosistema puede o no promover funciones ecosistémicas, el punto clave esta en las formas de manejo que se establezcan y en las relaciones que el propio agroecosistema determine. Algunas asociaciones de cultivo reducen o agotan la fertilidad de los suelos, por ejemplo, y esto a la larga será un punto de quiebre para el propio sistema de producción. Recalcó que dentro de este proceso de reconstrucción paisajística “Lo pequeño tiene un potencial de cambio significativo, pero no puede ser más pequeño. Pulverizar el territorio no sirve de nada. Todavía tenemos capacidad de integralidad pero la podemos perder. Tenemos que reconstruir territorialidad y no hay tiempo que perder, no podemos seguir actuando de manera desarticulada”.
Enfatizó que es necesario dar un paso adelante, lograr que las experiencias en los territorios se articulan, no es suficiente tener buenos ejemplos aislados, entonces tenemos que tomar la tarea de promover la conexión y el intercambio de estas experiencias a nivel transterritorial y transcultura. “Si no damos el paso a un nivel más grande, difícilmente ganaremos tiempo par este proceso de reconstrucción y la batalla estará perdida. Tenemos que hacerlo ahora ¿en 10 años quién va a defender los territorios? Tenemos que ocuparlos, manejarlos y aprovecharlo, y partir de ello regenerar las capacidades de soporte para la vida rural, esto hay que hacerlo ya”.
Ximena Montaño, responsable de coordinación y relaciones comunitarias de la Fundación Yansa, explicó como hasta ahora la reforma energética ha beneficiado a las multinacionales, pero agregó que en México existe la posibilidad plausible técnica y ambientalmente hablando, de que sean las propias comunidades las que produzcan energía para su consumo y para proveer a otros usuarios, en vez de continuar con la tendencia de imponer megaproyectos energéticos a costa de arrasar los territorios, como está sucediendo tanto en el Istmo de Tehuantepec como en la Península de Yucatán, donde diversas empresas han acaparado miles de hectáreas, no pagan impuestos, generan pocos empleos y dejan diversos impactos ambientales.
“Los proyectos energéticos en manos de comunidades no son una idea nueva, hay casos de éxito desde los años 90 en diversos países y, en contraste con los impactos de los megaproyectos de las multinacionales, estos proyectos comunitarios dejan importantes beneficios: el control del territorio y las decisiones permanecen en las comunidades, se genera cohesión social, se generan beneficios comunitarios, no se establece una relación comercial con la tierra, se impulsa la equidad en la participación de jóvenes, mujeres y hombres, entre otros”, explicó. Actualmente Fundación Yansa impulsa proyectos con estas características en la Península de Yucatán.
Sergio Madrid, director del CCMSS, enfatizó la importancia de impulsar la apropiación productiva de los territorios por parte de las comunidades que los habitan. “Es momento de pasar del no, no, no, al cómo sí, para que los territorios sean efectivamente fuentes de trabajo y de vida digna para todos sus habitantes, incluyendo a los jóvenes y a las mujeres”, enfatizó Madrid, quien agregó que hay miles de ejemplos en todo el país de comunidades manejando sus territorios de manera justa, sustentable y con visión de largo plazo. “Es necesario que las políticas públicas y los tomadores de decisiones tengan presentes estos esfuerzos, los apoyen, los potencien y los multipliquen. No es con megaproyectos impuestos cómo vamos a frenar la desruralización y a generar desarrollo local, también de esto hay numerosos ejemplos”.
Giovanna Gasparello / DEAS – INAH / Respuestas comunitarias ante el extractivismo, la violencia y el despojo. Defensa de los territorios y de los bienes comunes.
Laura Jiménez Bautista / UZACHI / Los bosques manejados por comunidades: el caso de UZACHI.
Paulina Garrido / Unión de cooperativas Tosepan / La experiencia de la Tosepan Titataniske en la Sierra Norte de Puebla.
Miguel Macías / Comunidad de Cherán / Recuperar los bosques y decirle no al aguacate, el ejemplo de Cherán.
Marcelo Chan Mo / U Lool Che / Apicultura maya para defender la selva.
Héctor Robles / Subsidios al campo / El manejo del territorio en cifras.
Marco Antonio González / GAIA / Manejo integrado de los territorios.
Leticia Merino / SUSMAI – UNAM / La gobernanza colectiva de los bienes comunes.