Pese al desinterés gubernamental por la conservación forestal, la comunidad au’dam de San Bernardino de Milpillas cumple 63 años manejando colectivamente sus bosques


3 julio, 2023, Por:

Pese al desinterés gubernamental por la conservación forestal, la comunidad au’dam de San Bernardino de Milpillas cumple 63 años manejando colectivamente sus bosques

La comunidad indígena au’dam de San Bernardino de Milpillas Chico, en Durango, es un referente nacional del modelo de manejo forestal comunitario, pues ha logrado consolidar y diversificar su iniciativa productiva y genera empleos e ingresos para gran parte de las familias que habitan la comunidad. La toma de decisiones colectivas en asamblea ha sido el pilar para el desarrollo y diversificación de su empresa comunitaria.

Durango es el principal estado productor de madera de México, con más de 2.4 millones de metros cúbicos anuales, que representan poco más del 30 por ciento de la producción nacional. Desde que las comunidades y ejidos retomaron el control en el manejo de sus bosques, que anteriormente eran aprovechados por empresas privadas y paraestatales, han ido desarrollando sólidas estructuras comunitarias para la toma de decisiones y administración de sus recursos forestales. Hoy día, 63 años después de haber iniciado su proceso de organización para trabajar sus bosques, sus iniciativas de manejo, conservación y aprovechamiento forestal son referentes en el país y en el extranjero.

Durango cuenta con más de 654 mil hectáreas de bosques certificados bajo el estándar del Forest Stewardship Council (FSC), de las cuales 145 mil pertenecen a la comunidad indígena au’dam (Tepehuanos del sur) de San Bernardino de Milpillas Chico, ubicada en el municipio de Pueblo Nuevo, Durango.

Esta comunidad es un referente por el manejo y aprovechamiento sustentable de sus bosques y de su territorio y porque ha logrado consolidar su empresa forestal comunitaria respaldada por una sólida organización basada en la toma de decisiones colectivas a través de su asamblea de comuneros, el gobierno tradicional y su consejo de ancianos.

A pesar del abandono institucional al sector forestal, particularmente en lo que se refiere al fomento de las iniciativas comunitarias de manejo y aprovechamiento forestal, San Bernardino ha logrado mantener sus actividades productivas y continuar con sus planes de crecimiento y diversificación. “Aunque no hay estímulos ni créditos asequibles para que las comunidades avancemos en nuestros procesos productivos, nosotros seguimos trabajando e invirtiendo en el bosque. Es nuestra principal fuente de ingresos y empleos,” señala el ingeniero Félix Avitia, exdirector de la empresa Au’dam Industrial Forestal S.P.R. de R.L., propiedad de San Bernardino de Milpillas Chico y actual coordinador general del proyecto de bonos de carbono.

Reunión de la asamblea de comuneros de San Bernardino de Milpillas.

La comunidad posee 153 mil hectáreas, de las cuales 67,500 hectáreas corresponden a superficie arbolada que está en producción y aprovechamiento y de esas, 38,500 hectáreas están bajo manejo forestal. El resto se mantienen en un régimen de conservación, ya sea por su alto valor ambiental o porque son regiones inaccesibles para la extracción forestal.

La comunidad cuenta con una autorización vigente de la Semarnat para el aprovechamiento forestal maderable de un volumen promedio de 90 mil metros cúbicos de madera por año el cual está basado en un programa de manejo de 12 años.

Las principales especies que se aprovechan en la comunidad son pino y encino, que se destinan a la elaboración de tablas, tarimas, muebles  y  carbón vegetal. Toda la madera que la comunidad produce en sus 4 áreas de corta: Llano Grande, Milpillas, Maíz Gordo y Cebollas se procesa en los 5 aserradero que también son de su propiedad.

El objetivo principal de la empresa forestal de la comunidad, explica el maestro en ciencias Bernardo Simental, director de los servicios técnicos forestales de la comunidad, “además de proteger y conservar el territorio, es generar empleos e ingresos para las familias de la misma comunidad. Esto es muy importante para que las familias no tengan que emigrar ni desplazarse fuera de la comunidad para buscar empleo y al mismo tiempo estamos haciendo que el bosque se mantenga bien conservado”.

En los distintos procesos productivos de la empresa  forestal, tanto en el bosque como en los aserraderos, líneas de producción y puestos administrativos los jóvenes y las mujeres tienen oportunidad de trabajar. El técnico forestal detalla que “hay mujeres en labores de marqueo y corta, en los aserraderos y en los puestos administrativos. La responsable de la certificación de manejo forestal y cadena de custodia es una joven profesionista perteneciente a la comunidad”.

Por otra parte, explica que “la comunidad emplea dos sistemas silvícolas en sus bosques para el aprovechamiento: el método de desarrollo silvícola (MDS) y método mexicano de ordenación de bosques irregulares (MMOBI). En un 96% del bosque bajo aprovechamiento se aplica el método de selección y, en el resto con cortas de regeneración”.

Bernardo Simental Cano, también originario de San Bernardino de Milpillas, es ingeniero forestal y ha cursado estudios profesionales fuera de México, pero decidió regresar a su comunidad para utilizar sus conocimientos en beneficio de San Bernardino. Explica que la comunidad cuenta con su propio equipo de prestadores de servicios técnicos forestales, “somos 9 colaboradores que estamos a cargo de que los trabajos del aprovechamiento forestal, los tratamientos silvícolas y la producción se realicen de forma correcta”.

Además de guiar los trabajos de manejo sustentable del bosque, participan en el desarrollo de otras iniciativas comunitarias que les generen beneficios económicos y sociales como el desarrollo de proyectos de turismo de naturaleza o la exploración de la generación de bonos de carbono.

Retomar el control del bosque

Área de corta en la comunidad de San Bernardino de Milpillas.

El aprovechamiento forestal en la zona se realizaba desde hace mucho tiempo, solo que antes lo hacían empresas privadas que pagaban minúsculos incentivos a la comunidad. A finales de la década de 1960 la comunidad decidió en asamblea hacerse cargo del manejo y aprovechamiento forestal.

Cuando una comunidad toma el control de su territorio y de su manejo forestal, genera más empleos e ingresos para sus habitantes. Además, tiene un mayor control en la calidad del trabajo para la conservación en el largo plazo de los bosques.

Anteriormente, cuando los madereros extraían los árboles de los bosques de San Bernardino y las comunidades vecinas, refiere el ingeniero Simental Cano, no había industria para procesar la madera. “Solo se llevaban la trocería a otros lados, así que tampoco había posibilidad de generar empleos para la gente de la región”.

Cuando la comunidad comenzó a aprovechar el bosque se vendía la madera en rollo y se procesaba ya en aserraderos particulares, ya ese proceso lo realizaban los compradores, entonces las utilidades para San Bernardino eran escasas.

Se determinó en asamblea que la comunidad debería contar con sus propios aserraderos para poder transformar la madera y genera mayor valor agregado y empleos.

“A diferencia de una empresa particular, nuestra industria es comunitaria, nosotros somos los dueños de la empresa y buscamos un beneficio para todas las familias de la comunidad. Además de la utilidad económica buscamos el bienestar social, queremos que el dinero llegue a las comunidades y beneficie a nuestra gente”, resalta Candelario Olivas, gerente de producción de Audam, la industria forestal de San Bernardino de Milpillas.

Crecimiento y diversificación

Trabajadora del proceso de elaboración de tarimas del a comunidad de San Bernardino de Milpillas en la ciudad de Durango.

Desde que la comunidad retomó el control sobre el manejo y aprovechamiento de sus recursos forestales, el crecimiento de su empresa forestal comunitaria ha sido todo un proceso ordenado, la gente se ha especializado, se han tomado las decisiones en colectivo y han contado con acompañamiento de personas capaces.

En la comunidad comenzaron su proceso de industrialización de la madera con un pequeño aserradero en el anexo de Calabazas -un paraje al interior de la comunidad- y posteriormente se han ido adquiriendo otros aserraderos en la medida en la que ha crecido su producción forestal. Actualmente, San Bernardino cuenta ya con 5 aserraderos,  cuatro distribuidos en las zonas de corte de la comunidad y uno en la ciudad de Durango.

Cada aserradero tiene su propia área de corta que lo abastece. Así la madera en rollo se traslada menos distancia para la transformación; otro beneficio de trabajar de esta forma es que a las personas se les brinda trabajo en sus localidades de residencia, no se tienen que trasladar varias horas hasta el centro de trabajo y no gastan en combustible ni en tiempo.

Candelario Olivas Hernández, explica que “la propia gente de la comunidad se ha preparado profesionalmente y se han insertado en puestos clave en la industria forestal de la comunidad y esto nos ha dado un mayor compromiso por el arraigo de la gente”.

Añade que desde un inicio se determinó en asamblea que la preferencia para ocupar los puestos de trabajo de la iniciativa forestal como de los demás emprendimientos comunitarios sea para los comuneros y sus familias.

En Durango cuentan con un predio en el que operan un aserradero, una línea de producción de tarimas, estufas de secado y una mueblería. Además, han emprendido otras dos iniciativas que no tienen que ver con la madera pero que también generan empleos e ingresos para las familias de la comunidad: una purificadora de agua y una tienda de refacciones y autopartes.

La mueblería es uno de los proyectos más ambiciosos para generar valor agregado y abrir nuevos puestos de trabajo. Actualmente cuentan con órdenes de compra de mobiliario del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) para equipar sus albergues de la región norte del país. El gerente de producción de Audam comenta: “les fabricamos camas, escritorios, estantes, libreros, sillas y mesas. Este es muy buen comprador y otras dependencias de gobierno tanto federal como estatal deberían establecer políticas de compra de mobiliario a las empresas forestales comunitarias”.

Uno de los retos de la industria forestal de San Bernardino de Milpillas es desarrollar mercados y diversificar sus compradores.

“El mercado es uno de los principales obstáculos para las empresas comunitarias, el mercado está deprimido, no hay tanta demanda de madera, los precios están bajos y una parte del problema es que está inundado de madera de origen ilegal y madera importada de países como Chile y Estados Unidos.

Además, las empresas forestales comunitarias enfrentan otras dificultades como la falta de acceso a financiamiento para mejorar sus procesos productivos. “Enfrentamos un abandono de las instituciones de gobierno. Sin embargo, las comunidades seguimos trabajando e invirtiendo en el mejoramiento de nuestra infraestructura y actualmente se encuentra revisando una propuesta de financiamiento de parte del PROINFOR-FIRA”, subraya Félix Avitia, exdirector de la industria forestal de San Bernardino de Milpillas.

Un reto particular que tiene San Bernardino es el de los caminos, hay una carretera en muy mal estado que dificulta mucho tanto el traslado de la madera, como la llegada de visitantes a la comunidad. Asimismo, por la distancia y lo complicado del camino los precios de los alimentos y otros productos son más elevados en los distintos parajes de la comunidad.

“La carretera hacia San Bernardino de Milpillas desde la ciudad de Durango está en un muy mal estado y ni las autoridades locales, estatales ni federales han invertido en su reparación. La comunidad tiene el interés de invertir en mejorar los caminos, pero requiere de contrapartes para poder cubrir el costo”, plantea Bernardo. En los últimos días, a través del Plan de Justicia para el Pueblo O’dam, el INPI ha convenido en invertir recursos a través de la comunidad de San Bernardino de Milpillas para que la comunidad construya con su propio equipo y maquinaria parte del camino de acceso que requiere reparación.

Certificación

Trabajadores del aserradero de San Bernardino de Milpillas, en la ciudad de Durango.

La certificación de manejo forestal tanto bajo la norma mexicana como la del FSC, que tiene reconocimiento internacional, garantiza que las labores de manejo y aprovechamiento del bosque se realizan de forma legal y sustentable; y que se garantizan los derechos, salud y seguridad de los trabajadores.

San Bernardino de Milpillas en su afán de mejorar continuamente sus procesos productivos y buscar nuevos mercados que reconozcan su trabajo y calidad de su madera decidieron buscar la certificación de manejo forestal, misma que mantienen desde hace más de 15 años. Además ya cuentan con la certificación de cadena de custodia, que da certeza sobre el origen legal y sustentable de los productos forestales que comercializan.

“Esta certificación nos ha permitido encontrar clientes que buscan productos certificados porque les da la certeza de que provienen de fuentes de aprovechamiento legales y sustentables. Además, nos ha permitido poder ser proveedores de distintas dependencias del gobierno Federal y Estatal que privilegian a las comunidades con certificación”, explica el director de los servicios técnicos forestales de San Bernardino.

Es importante decir que en un inicio no se veían los beneficios económicos de la certificación y esa era la promesa de entrar en este proceso de evaluación bajo el estándar del FSC. Sin embargo, “además de optimizar nuestros procesos productivos, mejorar la transparencia y la seguridad de los trabajadores, poco a poco han surgido mercados que demandan madera y productos forestales de proveedores certificados”, añade.

Compromiso con el bosque y la conservación

Trabajadores responsables del vivero forestal de San Bernardino de Milpillas. Paraje de Llano Grande.

Es una mentira que el bosque se acabe cuando lo maneja y aprovechan las comunidades. La gente que desconoce nuestras actividades nos llama talamontes, que nos estamos acabando el bosque, lamenta Simental Cano.

Detalla que “no saben que para aprovechar un árbol se tiene que contar con permisos, estudios e inventarios. En San Bernardino de Milpillas aprovechamos el bosque respetando a los árboles padres o semilleros, y todas las actividades las hacemos de acuerdo con nuestro programa de manejo, aplicando tratamientos silvícolas. Todo esto en vez de mermar el bosque le da mantenimiento para favorecer el renuevo, prevenir incendios y combatir plagas”.

Resalta que “los bosques que no se manejan son los que están en mayor riesgo de degradación y cambio de uso de suelo, porque no hay quien los atienda o vigile. Nosotros como comunidad tenemos una cultura de concientización a la población para prevenir y combatir incendios”.

En esta comunidad cuentan con brigadas contra incendios, realizan brechas cortafuegos, realizan podas y se aseguran de retirar todos los residuos de los procesos de corta para evitar que se incendie nuestro bosque.

El bosque es la principal fuente de ingresos y empleos para San Bernardino, además tiene un importante valor cultural y espiritual. “Desde nuestros ancestros se realizan ceremonias en algunas zonas sagradas de nuestro bosque, por eso es muy importante conservarlo”.

De hecho, detalla Bernardo que “tenemos grandes extensiones de bosque bajo un esquema de conservación para la provisión de servicios ambientales y recientemente se certificó nuestra Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC) que comprende 6 mil hectáreas, divididas en dos polígonos, una cercana al Río San Diego y otra en la región del Monte oscuro”.

En el bosque de la comunidad hay una gran biodiversidad; cuenta con especies como el gato montés, tigrillo, una gran variedad de aves. “Contamos con una UMA para la crianza del guajolote silvestre y del vendado de cola blanca. Son 7 mil hectáreas de la Unidad de Manejo para la conservación de la vida silvestre (UMA)”.

Para Candelario Olivas “vivir en el bosque es magnífico, en un ambiente natural y rodeado de nuestras familias. Tenemos que seguir protegiendo los recursos naturales, manejarlos con mucha conciencia para que se conserven en el largo plazo. El bosque es nuestra casa, nuestro medio de vida, nuestra principal fuente de empleos e ingresos”.

Plantea que “somos una comunidad orgullosamente indígena, contamos con nuestras autoridades tradicionales, todas las decisiones se toman en asamblea, se discuten las problemáticas y se solucionan en colectivo. Además, tenemos presentes nuestras tradiciones, usos y costumbres, realizamos nuestros rituales y fiestas para que el bosque siga vivo y nos permita seguir viviendo de él”.

Retos y perspectivas para San Bernardino y sus empresas comunitarias

Responsables de la fábrica de muebles de San Bernardino de Milpillas.

San Bernardino, como otras comunidades y ejidos forestales, ha demostrado a lo largo de los años que tiene la capacidad para manejar y aprovechar su territorio de forma sustentable y que no depende de los recursos gubernamentales. 

Sus retos apuntan a hacer más eficientes los procesos de trabajo de su industria forestal y en diversificar su oferta de sus productos forestales, además de desarrollar otro tipo de proyectos productivos. Requiere, además, mejorar los procesos de producción en su fábrica de muebles y diversificar su cartera de clientes.

En el contexto de limitados recursos gubernamentales para el desarrollo forestal, la comunidad requiere de incursionar en la búsqueda de líneas de crédito que ofrecen instituciones como el FIRA a través del PROINFOR y ProSostenible.

La comunidad confía en que con el mejoramiento del camino de acceso a San Bernardino, mejoren las condiciones para promover el turismo de naturaleza que ha iniciado la comunidad, proyecto que retoma de la experiencia de las comunidades forestales oaxaqueñas en la Sierra Juárez.

San Bernardino es una comunidad ejemplar en la región suroeste de Durango y sin duda puede contribuir a fortalecer las actividades de manejo forestal de otras comunidades au’dam de la región. Es fundamental que las instituciones gubernamentales que promueven el desarrollo de las comunidades de la región a través de los llamados Planes de Justicia volteen a ver las posibilidades de los bosques manejados colectivamente para generar bienestar, empleos, conservación de los ecosistemas forestales y control territorial.

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