Mientras que el turismo en México es una de las actividades económicas más redituables, también es una fuente de problemas sociales y ambientales graves. Como otras industrias, la de bienes y servicios turísticos explota, daña y contamina las tierras y recursos naturales del país.
El turismo, ligado al cambio de uso de suelo, es una de las causas de deforestación, y entre otras cosas, se encuentra relacionado con la modificación de hábitats, la disminución de biodiversidad los consumos desmedidos de agua y electricidad, la contaminación del agua y generación de aguas residuales y el alto uso de combustibles fósiles que generan emisiones de gases de efecto invernadero. En términos sociales y culturales, turismo significa abrir un territorio, tanto geográfico como sociopolítico y cultural, para que de sus bienes dispongan actores externos. Esto significa que sus formas de vida y sus localidades se convierten en bienes sometidos a una dinámica mercantil de oferta y demanda. Además, los capitales que financian los proyectos turísticos no son internos, por lo que las comunidades se vuelven empleadas de aquellos que están utilizando sus propias tierras.
Sin embargo, no todo es desventaja. De hecho, el turismo es una herramienta que podría ser ecológicamente viable si los medios por los que se lleva a acabo fueran sustentables. A la par, se trata de un instrumento que muchas comunidades indígenas y rurales mexicanas están optando por realizar, a manera de proyectos de ecoturismo, para solventar formas de vida dignas.
En este sentido, la apertura de cualquier territorio —tanto material, como simbólico— tiene ventajas, tales como el intercambio y la promoción cultural, además de que, si dicho turismo responde a proyectos generados por los locales, los beneficios económicos están yendo a éstas mismas.
Si se quiere hacer turismo sustentable —y conviene apostar por este, porque erradica muchos de los problemas antes mencionados— hay que tomar en cuenta que se compone de dos partes: en primer lugar, tiene que ser comunitario y, además, tiene que ser ecológico. El turismo ecológico reconoce estrategias para poder realizar actividades turísticas en donde lo central sea el contacto con el entorno, por lo tanto implica reducir en todo lo posible los impactos ambientales. Además, las actividades que promueva, deben tener un trasfondo de concientización sobre el entorno, no de explotación. Por otro lado, si el turismo es ecológico y comunitario, es administrado por las comunidades, mismas que pueden ser asesoradas por externos, pero como legítimas dueñas de los territorios, tienen derecho a aprovechar sus potenciales económicos. Mediante un plan de ordenamiento ecológico del territorio adecuado, se puede asegurar que las comunidades sigan realizando actividades de ganadería y agricultura, con vistas a su propia supervivencia, sin sobreexplotar el entorno, para que puedan seguir capitalizando el atractivo natural de sus tierras.
Existen en México múltiples proyectos de ecoturismo comunitario que son valiosos por la intención que los justifica y también porque son evidencia viva de que los modelos de gestión de turismo sustentable funcionan correctamente, y se pueden aplicar en diversos contextos beneficiando fácticamente a comunidades reales de nuestro país.
Desde 1997, 8 pueblos de la Sierra Norte de Oaxaca han formado una articulación que vive de diversas actividades productivas, entre ellas el ecoturismo. Con sus respectivas dificultades, se ha tratado de encontrar un equilibrio entre la sociedad industrial urbana y las comunidades indígenas rurales. A partir de la experiencia en el manejo sustentable de sus bosques, los comuneros, ejecutando un modelo autogestivo, han implementado estrategias para la repartición más equitativa de los beneficios económicos y han incentivado la participación social. Utilizando tecnologías e infraestructura de bajo impacto ambiental, se ha desarrollado un complejo ecoturístico, con cabañas y comedores. Quien los visite puede probar la comida local, hacer observación de flora y fauna, caminatas, ciclismo, entre otras.
Contacto Expediciones Sierra Norte
Con Julia Carabias al frente, el proyecto Natura Mexicana protege una porción de la selva lacandona. La base del proyecto fue hacer transitar las vidas productivas de las personas que habitaban la zona, de agricultores a conservacionistas viviendo del ecoturismo. Este proceso es increíblemente complejo. La vida organizada para satisfacer intereses de externos es muy diferente a la de la autosustentación. Pero no se puede vivir solo de la agricultura, porque implica desmonte de los bosques, es necesario mediar entre ambas cosas. La zona selvática es inmensamente biodiversa y el atractivo es la experiencia directa con la flora y fauna. Al financiar proyectos como este, inversionistas y gobiernos apuestan por una forma completamente distinta de pensar la explotación y el aprovechamiento de los recursos naturales.
Contacto El Canto de la Selva hotel
Contacto Centro de actividades ecoturísticas El Pirú
Bajo la línea del Programa de gestión comunitaria del territorio del CCMSS, se ha generado el proyecto de la Cuenca de Amanalco, en Valle de Bravo, Estado de México. La intención es impulsar el desarrollo local, combinando los saberes campesinos con el fortalecimiento a la gobernanza de la comunidad. Hay actividades de ecoturismo, acciones de rescate ambiental y monitoreo de flora y fauna. La cuenca es extremadamente importante: representa el 40% del agua del Sistema Cutzamala, que abastece una quinta parte del agua utilizada en la Ciudad de México. Además, entre otros recursos, el territorio implica 35,444 hectáreas de bosque. La supervivencia de 53 ejidos ha sido afectada por 70 años de turismo y el crecimiento desmedido y desorganizado de las aglomeraciones urbanas y esto es lo que el programa está combatiendo. La actividad ecoturística se concentra en la aventura. En Amanalco se puede acampar, hacer caminatas, ciclismo y observación de la naturaleza. Valle de Bravo destaca por ser un destino ideal para quienes practican deportes extremos. Algunos de esos deportes pueden ligarse a la protección ambiental, porque en su núcleo está en que se desarrollan al aire libre, vale la pena apoyar y ampliar estas iniciativas.
En 1985, en Cuetzalan, Puebla, 120 mujeres de origen náhuatl se organizaron para formar la Sociedad de Solidaridad Social Masehual Siuamej Mosen Yolchicauani. A través de una forma de vida y trabajo éticos y con perspectiva de género fundaron el Centro Vacacional Taselotzin. Hoy es administrado por 45 personas y es uno de los centros turísticos más importantes del estado. Cuentan con visitas guiadas a la zona arqueológica y las grutas y cascadas del área, además de observación de flora y fauna. Las tradiciones que priman son las de la comunidad, por lo tanto, todas las actividades productivas son tradicionales y con enfoque ambiental.
Luego de un incendio devastador, y después de casi una década de que el Área Natural Protegida del Cofre de Perote se mantuvo grisácea, las comunidades de la región se dieron a la tarea de restaurarlo y regresar el verdor y vida a su paisaje. La recuperación de este emblemático bosque de Veracruz sucedió gracias al gran esfuerzo de once comunidades de los municipios de Xico y Ayahualco. Asesorados por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), hombres, mujeres y jóvenes destinaron jornadas laborales de ocho horas cada día para regresar poco a poco la flora fan al paisaje. Hoy en día, las comunidades del municipio de Xico se están organizando para construir espacios recreativos dedicados al ecoturismo. Hoy cuentan con una pequeña cabaña en la cima del Perote, que está disponible gratuitamente para todos los escaladores. Además, cuentan con servicio de caballos para quienes no están acostumbrados a subir a pie.