Ante siglos de dominación y opresión, los pueblos originarios siguen resistiendo más menos, las embestidas de un sistema que se ha esforzado por despojarles de su ser, su identidad y su cultura, para dar paso a una serie de despojos materiales que redundan en violencias y que, a su vez, son agravadas conforme se expresan en contextos o situaciones de desigualdades específicas como de género o etarias (de edad).
El que las comunidades indígenas y campesinas sigan habitando sus territorios y construyéndose en ellos, sigan indagando en sus filosofías las respuestas para afrontar la injusticia, implica [y resulta en] la defensa del territorio.
Para la defensa de los territorios no existe una fórmula única, o tal vez no existe fórmula, puesto que defender el territorio es seguir criando la vida propia en él, la vida del pueblo. Con estos elementos fundantes, sumando la reivindicación de lo que se ha sido, lo que se es y lo que se hace, es preciso motivar y provocar espacios colectivos de diálogo y reflexión para fortalecer una capacidad crítica de análisis basada en la memoria que se tiene como pueblo, y espacios formativos para habilitar capacidades que fomenten la construcción de procesos colectivos en respuesta a necesidades locales.
En síntesis, la capacidad de realizar un análisis crítico de la realidad y emprender estrategias colectivas que, desde las formas de los pueblos, planteen soluciones de cambios ante un sistema que amputa las posibilidades de soñar en la construcción de autonomía, en la construcción de otros mundos posibles.
Entre el 2018 y el 2021, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible abrió un espacio intercultural dirigido a mujeres y hombres de diferentes grupos etarios, de comunidades mayas del municipio de José María Morelos, Q.Roo, para fortalecer su identidad mayense y el conocimiento sobre derechos humanos y su ejercicio, compartir experiencias y lecturas de sus comunidades y nombrar caminos para avivar la construcción colectiva de relaciones y procesos de beneficio comunitario.
Nos alegra compartir en esta publicación, a través de las voces y rostros de algunas(os) compañeras(os) participantes en el espacio, una reseña corta de estos cuatro años de reflexión compartida y de intenciones manifiestas para vigorizar procesos humanizadores y la acción colectiva en pro del bien común.
Los pueblos originarios y comunidades campesinas albergan riquezas naturales que constituyen de manera importante el patrimonio natural global. Es decir, grandes relictos soportes de vida son y existen por el cuidado, manejo y defensa que las comunidades ejercen: los territorios forestales, las fuentes y cuerpos de agua, las semillas (origen del alimento), entre muchos otros elementos que posibilitan la vida, incluso para las urbes. Esta situación, lejos de ser una coincidencia, es el resultado de una conciencia respecto al relacionamiento que tienen los pueblos con su entorno y que funda a su cultura.
El sistema hegemónico dominante se ha encargado de precarizar estas fuentes de vida. Hay quienes atribuyen esta situación al abandono del Estado, hay quienes consideramos que esta situación es resultado de su demasiada intervención, de su colonialismo subrepticio que continúa justificándose en la marginación y la pobreza de los pueblos. Es decir ¿son los pueblos pobres? o ¿es el sistema dominante el que ha empobrecido a los pueblos?
La pedagogía popular promueve en las personas la motivación de indagar en la memoria de su pueblo, y reconstruir la historia: su historia, a partir del testimonio de las abuelas y los abuelos, y de las preguntas que cuestionen críticamente cuándo, cómo y por qué se han generado situaciones que han provocado problemáticas diversas en la comunidad: la aplicación de agrotóxicos, las basuras, la drogadicción, el rompimiento del tejido social por los partidos políticos y las religiones, etc.
La escasez en servicios básicos como el agua potable, caminos de acceso, espacios de recreación para juventudes, servicios de educación formal y salud, y mecanismos que contribuyan a generar mejores ingresos económicos devenidos de los medios de vida campesinos, son necesidades reales en las comunidades, y su falta de resolución pone de manifiesto la poca voluntad de la administración pública para asegurar condiciones menos desigualitarias para todos los grupos poblaciones, independientemente de su identidad cultural, género y edad.
El ir nombrando estas situaciones que devienen en problemáticas para la comunidad, identificar su raíz y no normalizarlas, permite quitar capas que empañetan la visión, permite un punto de análisis distinto para caminar hacia los sueños, para transformar.
Durante cuatro años el espacio de diálogo y aprendizaje fue detonando reflexiones tan íntimas como cada participante se permitió. El escucharse y compartir sentipensares permitió la identificación de creencias y actitudes que, más que motivarles, les limitaban en su actuar, favoreciendo también la capacidad de identificar situaciones que les afectan y limitan en su vida, sentimientos que nos comparte Doña Mary.
El programa, que contó con la participación de diferentes especialistas, se basó en diversos enfoques que propiciaron la reflexión sobre la estructura cultural e identitaria del pueblo maya y su relación con les “otres”, como la reflexión que hace Vianca del concepto de bienestar.
Giovani nos expresa su esperanza ante la posibilidad de cambiar una situación que afecta su vida. La revisión del marco de derechos sirvió de referencia legal para fortalecer el análisis crítico del ejercicio y la exigibilidad de derechos individuales y colectivos en su territorio.
En el proceso formativo se abordó el enfoque de género y su análisis a partir de las condiciones de inequidad existentes, con el propósito de proyectar una mirada sensible para identificar las relaciones de poder entre individuos, colectivos y en la estructura social, además de sus fuentes de poder, como refiere Batliwala (1994), y determinar hacia dónde hay que caminar para el cambio, lo que se evidencia en el compartir de Lidia.
En su práctica colectiva y comunitaria varias(os) participantes integraron elementos de las metodologías de educación popular. Fue fundante la comprensión y el análisis de su destino histórico en su territorio, la observación de sus realidades y su papel en su contexto actual, para entonces abrir y alimentar un dialogo reflexivo con personas de sus comunidades, en donde el interés recae en lo que plantee y surja del colectivo, y no en una propuesta conducida o dirigida desde un interés o propuesta individual.
El flujo para la transformación no es recto, se mueve en espiral como el sak bej maya. Entre muchas otras intenciones, la educación popular busca fortalecer al sujeto social dotándole de herramientas para hacer las preguntas pertinentes, y analizar y accionar en colectividad. La práctica genera aprendizajes y su revisión-reflexión configura esa espiral de transformación cuyo tejido se da en la interacción de la colectividad.
Las reflexiones colectivas promovidas por las y los participantes de la “Escuelita” en sus comunidades, derivó en decisiones y acciones que se constituyen en el ejercicio mismo de la determinación: cuestionar la imposición impertinente del Sembrando Vida y plantar y defender una contrapropuesta [hasta lograrla]; reunirse jóvenes de la comunidad y crear una caja de ahorro colectiva; reunirse las vecinas de la cuadra para ver cómo atender el riesgo que viven los niños y niñas con el tránsito acelerado de coches; sostener una movilización por el robo descarado del recurso público que fue asignado para la reparación del camino de la comunidad, y resistir la represión con la que respondió de mala fe el gobierno estatal.
Estas iniciativas parecieran pequeñas, y tal vez sí lo son. Sin embargo, han surgido de procesos que han roto paradigmas y que han requerido cultivar lo individual para, a su vez, cultivar lo colectivo en un contexto de racismo estructural. Oscar Giovani comparte que a través del diálogo busca crear conciencia entre sus iguales sobre las dificultades del pueblo, así como cuestionar la realidad para transformarla y caminar hacia el tipo de vida que les gustaría vivir.
“No hay denuncia verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción”
Paulo Freire.
Aaron Burgos Hernández , Alberto Burgos Medina, Fernandito Gutiérrez Cooh y Raquel Flota Báez de la comunidad de Dziuche; Jose Eugenio Isabel Cauich Can, Lidia Maribel Moo Poot, Luis Javier Cauich Uc, Vianca Ahtziri Moreno Alonso y Zuemi Arely Kú Cime de la comunidad de Kankabchen; Dalia Maribel Briceño Yupit, Marcial Caamal Pat, Aristeo Pat Hoil, Shirley Alejandra Can Rivero, Eleazar Ángel Cante Can y Saulo De Los Ángeles Medina Chablé de la comunidad La Esperanza; Héctor Puga Puga y José Raymundo Valencia Cen de la comunidad de Puerto Arturo; Hector Antonio Yam Poot, Ismael May Borges, María Soledad Pech Itza, Amalia Leticia Borges Pool y Lamberta Poot Yam de la comunidad de San Felipe Oriente; Luis Alberto Cauich Salazar, Marcelo Chan Moo, María Del Carmen Montiel Sánchez, José Daniel Ciau Vera y José Felipe Ciau Caamal de la comunidad de Mariano Matamoros; Jesús Ariel Chi Sulub, Oscar Giovani Balam Canul de la comunidad El Naranjal; Anastasio Yam Yam y Francisco Javier Cahuich Coh de la comunidad de San Antonio Tuk; Mariela Estefani Dzib Che de la comunidad de San Diego; Lucely May Panti y Antonio Martin May Chi de la comunidad Rancho Viejo; María Marcolina De Los Ángeles Morales Bacab de la comunidad Insurgentes; Jesús Emmanuel Chavarría Domínguez, Heidy Angelica Cime Cen y Wilson Orlando Avilés González de la comunidad La Candelaria; Pascual Canche Colli de la comunidad de Zaczuquil.
*Fotografía de portada: Edwin Rafael Balam Canul, comunidad: El Naranjal.