La tala clandestina ha sido desde hace décadas una amenaza para los bosques mexicanos. Los talamontes extraen los mejores árboles, empobreciendo el ecosistema, y lo hacen con mucho descuido. En algunos casos, esto provoca procesos de degradación paulatina pero constante. En otros, provoca catástrofes inmediatas. El primero es el caso del Pico de Orizaba; el segundo, el del Cofre de Perote.
El Parque Nacional Pico de Orizaba enfrenta, entre otros problemas, la tala clandestina. Cuando los talamontes tiran árboles sin las precauciones y medidas de conservación adecuadas, empobrecen los bosques y, al hacerlos menos densos, les restan su capacidad para retener y filtrar agua, para dar sombra y refugio a otras especies de plantas y animales, y para evitar la erosión. Además, poco a poco van restando al bosque capacidad para regenerarse.
Al tirar los árboles dejan una bomba de tiempo, porque lo que deciden no llevarse –las copas de los pinos, el aserrín, desperdicios, árboles rotos o muertos en pie– es combustible que en época de secas puede provocar incendios catastróficos.
Las consecuencias de lo que ocurre cuando la tala clandestina se hace norma las sufrió el Cofre de Perote. En este otro parque nacional, en 1998 una pareja de talamontes dejó encendidas dos antorchas con las que se iluminaba mientras trabajaba al amparo de la noche. Cuando una de ellas cayó al suelo, inició uno de los peores incendios que ha visto el país, que devastó tres mil hectáreas de bosque de pino y oyamel.
Para empeorar la situación, una mezcla de descoordinación institucional y sobrerregulación llevó a que durante más de una década no se realizaran las obras necesarias para impulsar la restauración del bosque. Los restos de los árboles quemados quedaron esparcidos en las laderas de la montaña, evitando que naciera el renuevo y sirviendo de pasto para el fuego.
De la mano de las comunidades locales, abrimos brechas cortafuego, favorecemos la regeneración del bosque y trabajamos con los residuos que quedaron de tal forma que se minimice la erosión de los suelos y se eviten incendios.
Con esto, contribuimos a darle un respiro al Parque Nacional Pico de Orizaba, un respiro que puede ser la diferencia entre perder y conservar los bosques del Citlaltépetl, como también se conoce ésta, la montaña más alta de México.
que perdieron prácticamente la totalidad del arbolado que las cubría, trabajamos para favorecer la regeneración del bosque, evitar la erosión y reintegrar la materia orgánica al suelo. Además, al trabajar con las comunidades locales contribuimos a generar empleos y acumular un capital social que, eventualmente, permitirá hacer un mejor uso y conservación del bosque.
Para hacerlo, realizamos una amplia gama de actividades que van desde las podas preventivas hasta el uso del arbolado mismo que el incendio derribó para construir barreras que frenen la erosión. Al mismo tiempo, cuando un espacio está listo, emprendemos trabajos de reforestación.
Gracias a los trabajos de restauración que hemos realizado, las plantas que hemos sembrado en el monte tienen en torno al 80 por ciento de sobrevivencia, una cifra excepcional desde cualquier perspectiva. Se ha reforestado además con semilla de la región y con plantas endémicas.
Nuestros trabajos en terrazas, barreras y presas ha evitado que se pierdan los suelos de estas laderas. Ello, por un lado, ha dejado terrenos fértiles para los árboles que sembramos y que retoñan, pero además ha disminuido el azolve que ensuciaba el agua de las comunidades vecinas.
Las podas y brechas cortafuegos, junto con el retiro de material inflamable, han evitado que se vuelvan a producir incendios catastróficos. Si seguimos en este camino, pronto podremos pasar de evitar el fuego a manejarlo, pues el bosque estará recuperado y se requerirán nuevos trabajos, que irán desde las quemas controladas al manejo de combustibles.
Distintos trabajos de investigación nos han permitido confirmar con datos duros que este proyecto ha tenido impactos muy positivos en la recuperación de la biodiversidad del Cofre de Perote y el Pico de Orizaba. No solamente las comunidades cercanas nos han informado que ven más aves, mamíferos y reptiles que hace pocos años. Además de eso, estudios serios de población y monitoreo de especies lo han demostrado.
Nuestro trabajo ha contribuido a generar empleos para la población local, y eso es ya un avance, pero miramos más allá. Trabajamos por construir una nueva relación de estas comunidades con el bosque, por consolidarla y por vincularlas con él. Esto permitirá, a la larga, que el bosque aporte a las economías locales algo más que empleos. Permitirá, en pocas palabras, que los bosques recuperados con su esfuerzo se conviertan en la base del desarrollo sustentable en la región.