21 julio, 2020, Por: CCMSS
A inicios del 2014, diversas cooperativas de productores apícolas decidieron integrar una organización de escala estatal denominada Productores Apícolas de Chiapas (Proadech) S.A. de C.V. La iniciativa tuvo como objetivo fortalecer el trabajo de las y los apicultores , promoviendo la adopción de mejores prácticas apícolas que les permitieran proteger el medio ambiente y obtener un producto inocuo y de excelente calidad. Asimismo, implementaron un protocolo para la diferenciación de la miel de las y los socios, con la finalidad de darle valor agregado a partir del ecosistema donde se ubican los apiarios.
De los 246 socios que conforman Proadech, 89 son mujeres: 69 son apicultoras y 20 meliponicultoras[1]. Con el arranque de la iniciativa más mujeres se integraron a las cooperativas, con la finalidad de lograr equidad de género y en verdad generar una alternativa económica para las familias. Las mujeres participantes, muchas de ellas de las etnias tzotzil, tzeltal y chol, recibieron capacitación para participar de manera activa en el cuidado, manejo y extracción de miel de la abeja Apis mellifera y de la abeja Melipona beecheii. Con la meliponicultura se logró generar una estrategia que permite la conservación de estas abejas en peligro de extinción, y se generó una fuente de ingresos adicional.
En los pasados cuatro años se trabajó para la obtención de cuatro mieles diferenciadas por tipo de floración: campanita, canelo, cafetal y mangle, así como para lograr la certificación de miel orgánica multiflora para la cooperativa Aja Pom, perteneciente a la etnia tzotzil ubicada dentro de la Reserva de la Biosfera El Ocote.
María Luisa Maldonado, coordinadora operativa de Proadech, señala que “actualmente, toda la miel que comercializamos bajo la marca Apiflor, cuenta con el certificado de Miel amigable con la biodiversidad, lo que significa que, las y los productores aplican buenas prácticas para el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad. Además, a nivel nacional y comercialmente hablando, son las únicas mieles a las que se les aplica el protocolo de diferenciación que incluye, entre otros, análisis el melisopalinológico, para autenticar que sí corresponda a la floración que se indica.”
Las cooperativas han logrado la recuperación de espacios degradados a través de la reforestación con especies nectapoliníferas (aquellas que producen frutas o flores y cuyo néctar alimenta a diferentes polinizadores) a partir de viveros de especies nativas; asimismo, se ha promovido en las comunidades un manejo más adecuado de la basura, tratando de reducir el impacto que tienen el pet y otros plásticos.
María Luisa señala que una de las mayores amenazas corresponde a los efectos del cambio climático. “Es una constante la variación en las condiciones del clima dentro de una misma estación del año, lo que altera las floraciones y su contenido de néctar; esto le hemos venido enfrentando con acciones de reforestación con especies nativas de interés nectapolinífero, acciones de conservación de espacios degradados, de educación ambiental en centros escolares de las localidades donde habitan los apicultores socios. Así como campañas comunitarias para reducción y manejo de residuos sólidos contaminantes.”
Otra amenaza es la deforestación constante que altera los ecosistemas para abrir áreas de cultivo para la ganadería. María agrega que “se llevan a cabo reforestaciones en áreas abiertas, para lo cual, los apicultores instalan viveros de plantas nectapoliníferas para posteriormente plantar en áreas deforestadas con la intención de recuperar esas áreas y al mismo tiempo a mediano plazo, proveer a las abejas de polen y néctar.” María menciona que “en un 80%, el apicultor no es el dueño de la tierra de labor, únicamente renta el espacio donde instala el apiario, si el propietario da el consentimiento, se reforestan las áreas que éste indica. En la mayoría de los casos el apicultor debe estar constantemente moviendo sus apiarios a espacios más conservados, aun cuando le implique mayor trabajo.”
Una nueva amenaza que se suma, es la actual política de gobierno dirigida al campo. María Luisa menciona que “viene a reforzar el desequilibrio biológico presente en los territorios. Esta situación queda ejemplificada con programas de gobierno, que propician procesos de deforestación, lo que reduce cada vez más los espacios para la actividad apícola. Al respecto es poco lo que se puede hacer, máxime porque no hay incentivos para la conservación de los territorios rurales y recursos naturales. Hemos observado que para el gobierno, la conservación de la biodiversidad no es una prioridad y la apicultura mucho menos. Ante tal situación a nosotros solo nos queda el seguir trabajando, defendiendo el territorio, protegiendo a las abejas y ofertando una miel de mucha calidad.”
María Luisa también menciona que los jóvenes de la comunidad tienen poco interés por la actividad apícola, debido a la falta de un mercado y buen precio para la miel. “Estamos intentando atraer a jóvenes con la capacitación en producción de abejas reina, polen, propóleo entre otros, sin embargo, no ha resultado fácil por el interés de ellos en emigrar a otros lugares dentro o fuera del país”. A pesar del poco interés de los jóvenes, el proyecto ha logrado dar empleo a 65 jóvenes apicultores, de los cuales aproximadamente 8 trabajan en los criaderos de reinas.
“Es todo un desafío -máxime en las condiciones actuales- ser una organización de segundo nivel, cuando actualmente las de primer nivel (conformadas por ejidatarios o comuneros, por ejemplo), están en serios problemas de sobrevivencia”, expresa María Luisa.
Lograr la venta de la miel tanto a granel como envasada constituye el objetivo inmediato para las cooperativas en esta situación de cuarentena. María destaca que “lo que está a nuestro alcance y posibilidades es incentivar el consumo de nuestras mieles por redes sociales y la venta en línea”.
María Luisa comenta que “como organización de segundo nivel, la Proadech agrupa a cinco organizaciones de primer nivel (4 cooperativas y una sociedad anónima), todas con la expectativa de poder comercializar en el extranjero la miel que producen, situación que no ha podido ocurrir hasta ahora por la falta de recursos económicos suficientes para instalar nuestro centro de acopio que cumpla con las especificaciones para ser certificada para exportar”.
“Actualmente, buscamos la manera de lograr financiamiento para apoyar a los grupos de mujeres apicultoras a través de pequeños proyectos de autoconsumo y venta en pequeña escala, que complementen su economía, ya que el mercado de la miel está prácticamente cerrado. Esto último se explica en función del mercado internacional, del cual dependemos para el precio. Como se sabe, nuestro consumo per cápita de miel de los mexicanos ronda los 300 gramos al año, esto hace que la opción para la venta de la producción de miel sea en el extranjero.”
“En lo que respecta a organizarse para producir de forma sustentable, como lo señalé anteriormente, hay conciencia del apicultor por conservar la flora del lugar y por ende el ecosistema, porque de ahí depende su actividad económica” recalca María Luisa.
“Cuando hablamos de producir de forma orgánica, estamos haciendo referencia a la participación de una empresa certificadora y esto implica cubrir el costo de la certificación, el cual resulta alto dada la baja en el precio y el nivel de producción que se ha presentado en los pasados dos años debido a las condiciones climáticas.”
En diciembre de 2019 hubo un acercamiento del CCMSS con Tienda UNAM para proponer la comercialización de los productos obtenidos de organizaciones, sin embargo, “no se logró de inmediato, hasta ahora que hemos logrado arrancar con una primeras entregas.
María Luisa señala que lo que más le gusta de su trabajo es “tener la oportunidad de trabajar en una actividad muy importante en la que aplico mis conocimientos y experiencia tanto técnica como administrativa para la mejora de la producción apícola, el cuidado del medio ambiente y que se traduce en una mejora en la calidad de vida de los apicultores y sus familias”. Para más información sobre el catálogo de sus productos, socios/as y trabajo en torno al manejo de la biodiversidad, ver: www.proadech.com/
[1] Se refiere a las mujeres que crían y manejan abejas meliponas que son las que no tienen aguijón. De acuerdo con el Instituto de Ecología AC (INECOL), en América no existían las abejas del género Apis (las más conocidas y que sí tienen aguijón) antes de la llegada de los españoles. La miel y cera que se conocía y utilizaba pertenecía a las abejas sin aguijón o meliponas Melipona becheii.