30 julio, 2021, Por: CCMSS
Los incendios forestales representan una grave amenaza para el país y para el planeta; estos fenómenos se han ido incrementando como consecuencia de la crisis climática. En México, en el año 2020 se registraron 5 mil 913 incendios forestales; en este 2021, solo en los primeros 6 meses ya se habían registrado 6 mil 161 incendios forestales que han afectado más de 500 mil hectáreas.[1] Los ejidos y comunidades que realizan manejo forestal comunitario contribuyen de una forma muy importante a reducir estos números y, sobre todo, previenen y evitan los incendios descontrolados.
En el ejido Carboneros Jacales[2], por ejemplo, se ha desarrollado una red de atención al bosque con los otros ejidos vecinos. Su posición privilegiada, al encontrarse en la parte más alta de la cuenca, les ha permitido liderar acciones de observación y alerta ante incendios en la zona, no solo de sus bosques, sino de los bosques de los ejidos circundantes. Han creado acuerdos con ejidos cercanos para llevar a cabo actividades de prevención de incendios, como brechas cortafuego y rondines de brigadas que se van turnando cada año entre los ejidos que forman parte de la red de atención a incendios.
También lograron gestionar el apoyo para contar con una torre de detección permanente por parte de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), lo que les ha permitido reaccionar más rápido ante connatos de incendio. De esta forma la zona compuesta por los municipios de Huayacocotla y Zacualpan no ha registrado incendios severos desde hace varios años, a diferencia de otras zonas del país. Desde el año 1978, cuando el ejido Carboneros Jacales consiguió su primera autorización de aprovechamiento forestal, su territorio y sus recursos forestales se encuentran bajo manejo sustentable y protegidos ante incendios severos.
La otra gran amenaza que acecha a los recursos forestales del país son las plagas y enfermedades: insectos defoliadores, muérdago y otras plantas parásitas, descortezadores, barrenadores e incluso enfermedades exóticas. Al igual que con los incendios, el cambio climático tendrá un impacto fuerte en la dispersión de éstas; de acuerdo con investigaciones[3] la temperatura es el factor que más influye en la distribución de los defoliadores y descortezadores.
Las afectaciones no son menores: de 1990 a 2019 se han diagnosticado plagas y enfermedades que afectan más de 94 millones de hectáreas; el muérdago es la plaga que más superficie ha afectado con 584 746 hectáreas, seguida por diversos descortezadores con 524 427 hectáreas[4].
Sin monitoreo y trabajos de prevención, las diferentes plagas pueden llegar a arrasar con extensiones enteras de bosques. Los ejidos y comunidades que cuentan con aprovechamiento legal son los auténticos salvadores de los bosques ante las plagas. Las mujeres y hombres que viven en los territorios forestales, que los recorren y conocen tienen el pulso claro para saber cuándo un árbol o un grupo de árboles empieza a dar signos de enfermedad o debilidad.
En el ejido Cima de Togo, en Hidalgo, recientemente detectaron la plaga del gusano barrenador en algunos de sus árboles. De inmediato avisaron a la Conafor para informar sobre los casos y poder actuar lo más pronto posible. Con el gusano barrenador el tiempo juega en su contra ya que esta larva tiene un tiempo de incubación de 40 días, por lo que la rapidez de la autoridad en la entrega de permisos para iniciar el saneamiento es fundamental. Una vez obtenidos los permisos, el ejido evaluó el estado de los arboles plagados para saber si podían tener valor comercial aún o si ya estaban muertos.
Si el árbol está vivo todavía, y se puede comercializar, los ejidos organizan brigadas de saneamiento y aprovechamiento que consisten en marcar y trozar cada árbol plagado, llevarlo a un área cercana para descortezarlo, fumigarlo y quemar las cortezas (donde se encuentran los gusanos) para que no se extiendan. Si el árbol ya está muerto, se marca, se troza y se quema lo más cerca posible para no expandir la plaga. Es una labor extenuante y necesaria para evitar el esparcimiento de la plaga, y sumamente valiosa para mantener los bosques y seguir generando ingresos a partir del manejo de un bosque sano.
Una tercera amenaza que enfrentan los bosques y las comunidades que los manejan tiene que ver con la tala ilegal o clandestinaje. De acuerdo con especialistas, la tala ilegal abarca entre el 50 y el 70% de lo que se comercializa en el mercado nacional[5]. Este delito tiene su origen en múltiples causas; sin embargo, hay numerosos ejemplos de que cuando los ejidos y comunidades obtienen las respectivas autorizaciones de aprovechamiento de la Semarnat, y los bosques y selvas son manejados de forma colectiva a través de planes de manejo sustentable, la motivación para talar clandestinamente se reduce al obtener ingresos derivados del aprovechamiento legal de la madera. Las asambleas comunitarias y ejidales tienen el incentivo entonces de establecer normas y acuerdos para el manejo de los recursos naturales, así como para su vigilancia.
Esto es precisamente lo que sucede en el ejido La Selva, que no solo ha cuidado su bosque de la tala ilegal, sino que ha realizado fuertes inversiones monetarias y de capacitación para establecer anexos o núcleos poblacionales dispersos para tener presencia a todo largo de su territorio, acompañadas de brigadas que lo recorren continuamente y que alertan de cualquier posible actividad ilícita. Este ejido brinda capacitaciones y acompañamiento a otros ejidos para mantener el control y manejo del territorio y ha sido reconocido desde hace varios años con la certificación internacional por buen manejo forestal.
Otra experiencia encomiable es la del ejido Chacalapa, que con 800 hectáreas de superficie forestal comunal ha convencido a ejidatarios y ejidatarias mediante resultados concretos, para transitar hacia la conversión de parcelas agrícolas a forestales; a diferencia de sus vecinos del estado contiguo de Puebla, cuyas autoridades municipales abandonaron los planes de manejo de sus terrenos forestales y actualmente son presa de talamontes ilegales, plagas y hasta incendios. Los ejidatarios de Chacalapa en cambio, no solo han contenido la tala ilegal, sino que han logrado expandir el bosque hacia otros terrenos con diversos usos previos.
Las autorizaciones de aprovechamiento forestal no significan solo permisos de cortas de arbolado, representan también el reconocimiento de un compromiso colectivo hacia el bosque, sus especies de flora y fauna, sus servicios ecosistémicos y la facilitación hacia el establecimiento y consolidación de empresas sociales forestales que generen empleos y servicios para la población local. La contribución que hacen los ejidos y comunidades hacia los bosques y selvas del país a través del manejo sustentable y legal de sus recursos forestales es un aspecto que muchas veces es desconocido por la gran mayoría de las personas tomadoras de decisiones y autoridades del país, pero que representa una gran contribución que los núcleos agrarios realizan para el mantenimiento de los bosques y los beneficios que nos brindan.
En México, los ejidos y comunidades organizados que cuentan con una autorización de aprovechamiento forestal de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), realizan esa labor de vigilancia, monitoreo y mantenimiento del bosque como parte de su plan de manejo forestal; por lo que su trabajo representa una fuerte contribución a la responsabilidad del Estado mexicano de proteger y conservar los bosques y selvas del país, siendo estos ecosistemas de interés público.[6]
Las autorizaciones para realizar manejo forestal a los núcleos agrarios significan un estímulo y reconocimiento para la organización colectiva, el desarrollo de planes de manejo, el escalamiento en la cadena de valor al consolidar empresas sociales, y también muy importante: para el establecimiento de mecanismos y acuerdos de vigilancia del bosque del que los pobladores locales obtienen empleos, ingresos, alimentos y servicios ambientales. Los ejidos de La Selva y Carboneros Jacales, del estado de Veracruz, así como los ejidos de Cima de Togo, Chacalapa y Nopalillo, en Hidalgo, nos brindan numerosas experiencias de supervisión al bosque a partir del manejo forestal comunitario.
[1] Conagua. (29 de junio del 2021). Perspectiva Meteorológica para Incendios Forestales. Disponible en: https://smn.conagua.gob.mx/es/incendios-forestales-diario.
[2] El ejido Carboneros, ubicado en los límites entre el estado de Veracruz e Hidalgo, es considerado el más biodiverso de Veracruz al contar, en poco más de 3000 hectáreas de superficie, con tres ecosistemas: xerófilo, mesófilo y de pino-encino.
[3] Sosa L., Méndez J., García M., Cambrón V., Villareal J., Ruíz C., Montoya J. (2018). Distribución potencial de barrenadores, defoliadores, descortezadores y muérdagos en bosques de coníferas de México. Revista Mexicana de Ciencias Forestales Vol. 9 (47). Disponible en https://cienciasforestales.inifap.gob.mx/editorial/index.php/forestales/article/view/159/1541.
[4] Semarnat. Superficie forestal afectada por plagas y enfermedades forestales 1990-2019. Sistema nacional de Información Ambiental y de Recursos Naturales. Disponible en http://dgeiawf.semarnat.gob.mx:8080/ibi_apps/WFServlet?IBIF_ex=D3_RFORESTA06_01&IBIC_user=dgeia_mce&IBIC_pass=dgeia_mce&NOMBREENTIDAD=*&NOMBREANIO=*.
[5] Dos referencias sobre las cifras de la tala: Se estima que la “la mitad de la madera que se comercializa en el país tiene un origen ilícito”. Disponible en: es.mongabay.com/2020/09/mexico-tala-ilegal-gana-terreno-en-el-mercado-de-la-madera/. Y al menos el 70% de la madera tiene un origen ilegal, disponible en: www.iis.unam.mx/blog/wp-content/uploads/2019/02/03_merino.pdf.
[6] Artículo 1 de la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable.