24 diciembre, 2016, Por: Genaro Madrid
La gente comenzó a llegar de sus comunidades y ejidos al centro Amanalco, Estado de México, con la camiseta bien puesta y, a cuestas, las canastas y bolsas llenas de pan, tortillas, hortalizas y frutas.
Familias enteras entraron al campo de futbol, pareciera que se jugaría la final del campeonato regional. Iban muy entusiasmados, saludándose y presumiendo, de buena fe, lo que llevaban para compartir.
La cita en el campo “El Charro” no era para presenciar ningún partido, se trató de la sexta Feria anual Campesina, en la que se celebra todo el trabajo y esfuerzo del año, en el que asistieron a talleres y capacitaciones, realizaron surcos, sembraron, cosecharon, produjeron fertilizantes orgánicos, monitorearon la calidad del agua; también hicieron retranques en el monte, aclareos, brechas cortafuego, reforestaron, cosecharon madera, produjeron carbón, miel, huevo, leche, entre muchos otros productos.
Se trató de un pequeño homenaje al trabajo campesino. A un estilo de vida que se está olvidando.
A las diez con treinta minutos, la gente formó un circulo en medio de la cancha, las más de 500 personas: niños, jóvenes, adultos y ancianos, se tomaron de la mano en símbolo de unidad y presenciaron la representación de “El combate”, una dramatización a cargo de un grupo de productores de la región, que consiste en agradecer a dios por la cosecha obtenida lanzando cohetes y adornando con flores una cruz y el cincolote en el que se almacenará el maíz. Luego de la faena de la cosecha, el patrón da de comer a los trabajadores.
Posteriormente, la gente se desperdigó en los distintos estánds que montaron cada una de las 20 comunidades que participaron de la feria, en los que se podían apreciar los distintos productos que generaron en el año, las actividades que realizaron y su importancia para la conservación de los suelos, el bosque y la captura de agua limpia.
Además, se proyectaron cortometrajes que destacaban la importancia de los campesinos para la conservación de la biodiversidad, la producción de alimentos y la provisión de servicios ambientales como la captura de carbono, infiltración de agua a los mantos acuíferos, aire limpio, etcétera.
Mientras visitaban a sus vecinos en los distintos estands, los asistentes hacían trueque con sus productos: un kilo de frijol por uno de aguacate; un kilo de tejocotes por un ramo de flores; una calabaza de 10 kilos por dos kilos de frijol y una docena de huevos.
Al tiempo, sin ningún afán lucrativo, señoras y señores comenzaron a repartir piezas de pan, tamales y buñuelos a todos asistentes. Desde la noche previa habían estado trabajando en casa en la preparación de estos alimentos, que con gusto ofrecían y con mayor alegría la gente comió.
A la una de la tarde, cuando el sol caía pleno, Ángel Sánchez, técnico del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) encargado del programa de Agricultura ecológica en la cuenca de Amanalco, tomó el micrófono del templete y convocó a todos los asistentes a participar en carreras de velocidad. Un centenar de personas corrió de un lado a otro del campo de futbol, ida y vuelta, en sus respectivas categorías. Todos fueron premiados.
Posteriormente, la coordinadora del CCMSS en Amanalco, Lucía Madrid, encabezó la entrega de reconocimientos a las personas que se destacaron por su trabajo y participación a favor de sus comunidades. Comentó que a principios de año cada ejido y comunidad que colabora con el Consejo Civil Mexicano, elabora su Plan Operativo Anual (POA), en el que deciden que actividades y proyectos llevarán a cabo durante los siguientes meses del año. Estas obras se consensuan al interior de cada asamblea comunitaria y se evalúa su funcionalidad al final de cada año.
Cada comunidad que se encuentra dentro del programa del CCMSS recibe recursos para invertirlos en esas actividades definidas en su POA, y al final de año, elaboran un informe en el que se describen y justifican cada una de las acciones en las que se invirtió el recurso.
Como parte de las actividades de los POAs de cada comunidad y ejido, que realizaron durante el año, se entregaron reconocimientos a las personas que construyeron la mayor cantidad de surcos y canales en sus parcelas. A la persona que logró la mayor distancia en construcción de canales. Al comisariado ejidal que realizó más informes de rendición de cuentas y transparencia; al productor con mayor diversidad de cultivos; a la persona que más monitoreos de calidad del agua realizó; al mayor productor de composta; al mayor productor de fertilizantes orgánicos; a las personas que más participaron en talleres y cursos; a los instructores que más cursos y talleres impartieron; al mayor número de parcelas bajo un sistema de producción orgánica, entre otras categorías.
Esto fue solo un pequeño reconocimiento al importante, arduo y loable trabajo que día con día realizan los campesinos de la región, y que tan poca retribución obtienen por sus productos y trabajo. Porque con su trabajo y dedicación se resisten a desaparecer, porque luchan por la defensa de un estilo de vida en el medio rural heredado de sus ancestros.
Luego de la entrega de premios, a las dos de la tarde, se tendieron los manteles sobre las mesas, se colocaron las cazuelas con los guisados, los cestos y servilletas con las tortillas y las jarras de agua fresca. Todos a comer.
Cuando el sol comenzó a ponerse, con la misma sonrisa que habían llegado por la mañana, las familias regresaron a casa.