10 febrero, 2017, Por: Genaro Madrid
Cuando los bosques son debidamente gestionados por sus comunidades y adecuados a programas de conservación, esto trae consecuencias importantes a nivel nacional y global. A grandes rasgos, esta es la premisa que guía el manejo forestal comunitario en México desde hace más de tres décadas.
Hasta ahora se han registrado cientos de casos exitosos. Nos referimos a comunidades rurales que activan su economía con ingresos provenientes de los recursos forestales, y simultáneamente fabrican una serie de beneficios ambientales para el mundo y mantienen sus ecosistemas en buenas condiciones.
Una piedra angular dentro de este esquema –comunidades viviendo de sus bosques y protegiéndolos–, es la tenencia de la tierra, o mejor dicho su reconocimiento. Recordemos que en el caso de México, aproximadamente el 80% de sus bosques y selvas son de propiedad social.
Regular a favor de las comunidades: la clave para la conservación medioambiental
El régimen de tenencia comunitaria en México asombra a muchas otras naciones, ya que de algún modo antecede a una tendencia en boga. Actualmente, los países forestalmente más importantes han reformado sus políticas públicas en favor de las comunidades rurales forestales, proporcionándoles una mayor accesibilidad a los recursos del bosque y reconociéndolos como agentes decisivos de restauración y conservación. Pero la clave está en que esta tenencia se reconozca de forma activa dentro del marco legal.
¿Por qué es tan importante facilitar a estos grupos al aprovechamiento de su territorio? Es indiscutible que ellos, mejor que nadie, conocen dichas tierras. Esto resulta de haberlas habitado, y por lo tanto de haberse familiarizado con sus recursos y particularidades, desde hace generaciones. Pero para que este conocimiento se pueda aprovechar en favor de la conservación del territorio, estos grupos deben tener la posibilidad de vivir de sus bosques. De lo contrario, lo más probable es que, entendiblemente, terminen vendiendo o subarrendando sus tierras para actividades agrícolas a gran escala, industriales o inmobiliarias.
Por lo anterior las políticas públicas deben garantizar dichas facilidades, evitar una sobrerregulación para que las comunidades puedan implementar planes de gestión y en cambio promover la capacitación y fortalecer la gobernanza entre estos grupos.
Mucho se ha dicho sobre la importancia del manejo forestal comunitario como instrumento para retrasar el cambio climático. La posibilidad de frenar la emisión de gases mediante el aumento de secuestro de carbono en los bosques y la restauración de tierras degradadas está ya plenamente comprobado. En el caso de México, la sobrerregulación dificulta esta labor y, según estudios detallados sobre el tema, amenaza la posibilidad de cumplir con las metas climáticas.
Generar incentivos para la conservación y aprovechamiento
Los beneficios que provee el bosque son múltiples, pero quizá los más importantes tienen que ver con la provisión de agua en cantidad y calidad, la captura de carbono y otros contaminantes, la prevención de la erosión de la tierra, la modulación del impacto climático y los relacionados a fines culturales.
Una manera de reconocer los trabajos de conservación de los dueños de estos bosques ha sido el pagos por servicios ambientales (PSA). Este esquema premia las acciones de protección, lo cual se traduce en recompensar el no tocar los bosques, en lugar de incentivar a las comunidades para que implementen planes de aprovechamiento, restauración y conservación.
El Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible ha trabajado en un esquema alternativo de PSA. Este “Mecanismo Local de Pago por Servicios Ambientales para el Manejo Integrado del Territorio (PASMIT)” se lleva implementando desde hace cinco años en la Cuenca Amanalco-Valle de Bravo, en el Estado de México. Hasta ahora el programa ha logrado capacitar a ejidos de la zona para que lleven a cabo proyectos de manejo y protección de los recursos naturales, a través de prácticas forestales y también agrícolas sostenibles. Al mismo tiempo, las comunidades han tenido la oportunidad de mejorar la calidad de sus parcelas y ofrecer al público una serie de servicios ambientales, así como productos orgánicos frescos.
México posee todas las bases necesarias para detonar un futuro sostenible, pues, nos encontramos ante uno de los retos nacionales más ambiciosos en cuanto a flujos económicos refiere: la posibilidad de establecer una economía basada esencialmente en insumos nacionales que, al mismo tiempo, fortalezcan la calidad de vida.
*Imágenes: 1) Creative Commons; 2) Pronatura – video ; 3) Wikimedia Commons