1 diciembre, 2014, Por: Sergio Madrid Zubirán
En nuestra columna más reciente en Eme Equis hablamos sobre una campaña de Conservation International que sostiene que “la naturaleza no necesita a la gente”. Nosotros pensamos que es al revés, que la gente es fundamental para conservar la naturaleza, para favorecer y consolidar los procesos de restauración, para defenderla de sus enemigos y para ayudarla a adaptarse al cambio climático, y no somos los únicos. Hace un par de semanas, otra organización, Survival, lanzó un reporte sobre el mismo tema, titulado “No hay parques sin pueblos”, que aporta datos muy interesantes al respecto y da justo en el clavo.
Survival es una organización nacida en 1969 en Reino Unido, dedicada a defender los derechos de los pueblos indígenas y tribales de todo el mundo. En sus propias palabras, trabajando “en colaboración con ellos, proporcionan una plataforma desde la cual dirigirse al mundo, investigan las atrocidades de las que son víctimas y presentan evidencias ante Naciones Unidas y otros foros internacionales. Prestan apoyo en casos judiciales, financian proyectos de salud y autogestionados, educan, investigan, desarrollan campañas, presionan y se manifiestan”.
Su reporte “No hay parques sin pueblos” empieza explicando que más del 70 por ciento de las reservas en las zonas tropicales está habitado. También explica que las comunidades forestales han sido constantemente despojadas de su propiedad y privadas de derechos por muchos que piensan que “la naturaleza no necesita a la gente” y que la gente sólo puede tener un papel negativo en ella.
En este documento, Survival también presenta algunos ejemplos del papel que juegan las comunidades forestales en la conservación de la biodiversidad. Hablan de cómo las actividades humanas han creado por miles de años un mosaico de hábitats, han generado paisajes complejos, que permiten la supervivencia de distintas especies. Sin éstas actividades la biodiversidad se vería seriamente comprometida.
Así, por ejemplo, en India la agricultura de tumba, roza y quema, en las proporciones correctas, abre pastizales en los que las presas del tigre, y con ellas ese felino, se encuentran a sus anchas. En Australia los maorís han desarrollado por miles de años esquemas de manejo del fuego que mantienen la cantidad justa de incendios, con la intensidad correcta, para mantener el equilibrio ecológico. En Brasil las comunidades indígenas del parque Xingu han logrado mantener tasas prácticamente nulas de deforestación, en un entorno que, como se puede ver en la imagen, se deteriora cada vez más.
Esto ha sido confirmado por múltiples estudios. Basta con echar un ojo a la muy vasta literatura en la materia, como hicieron Luciana Porter Bolland y sus colegas en un estudio reciente. Hablando sobre ese estudio, otro de los autores, Manuel Guariguata, dijo a CIFOR: “Cuando se hace bien, los beneficios del manejo comunitario de los bosques puede verse aún a largo plazo, llevando a una mayor participación en conservación, a la reducción de la pobreza, a una mayor productividad económica y a la protección de muchas especies forestales”.